domingo, 30 de noviembre de 2014

CALLOS A LA MADRILEÑA

Esta es una de esas recetas ancestrales y deliciosas donde las haya cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, aunque algunos dicen que la primera noticia que se tuvo de ellos fue allá por 1599. No obstante, el ilustre entre los ilustres cocinero, D. Agustín Lahrdy los servía en su restaurante hace un par de siglos. Madrid es una ciudad acogedora de gentes de todos los rincones del mundo, y por lo tanto, sería muy difícil intentar escudriñar entre todos ellos para ver quién fue el guapo que los trajo y de dónde, pero lo cierto es que nos da casi igual. 

Psicológicamente, los callos de ternera a la madrileña, con su patita, su morro y su jamón serrano son un magnífico aliado de la paciencia, de los sentidos y un agente estresante paliativo, casi como el whisky del gran maestro de psicólogos Donald Michenbaum, diría yo, porque como todo lo bueno de esta vida es preciso consumirlo en su justa medida, ya que el exceso puede generar algún que otro contratiempo, por ejemplo digestivo o de aumento del colesterol.

En la receta debemos incorporar:

1 Kg de callos o tripas de ternera
1 mano de cerdo o de la misma ternera
200 gr de morro del mismo animal
1 hueso de cerdo.
2 morcillas (a ser posible, asturianas)
2 chorizos.
Unos taquitos de jamón serrano
1/2 cebolla entera y 2 cebollas muy picaditas
3 dientes de ajo
4 tomates cortados en concasé (puede valer ½ bote de tomate triturado)
1 vaso de vino blanco (opcional)
2 guindillas
1 hoja de laurel
Pimentón de La Vera picante
Aceite de oliva virgen extra
Sal

En la actualidad los callos pueden adquirirse ya limpios y precocidos, lo cual facilita bastante las cosas, porque de lo contrario habría que empezar por lavarlos bien en agua con vinagre y cocerlos un par de veces tirando el agua de la primera cocción. En nuestro caso, los hemos comprado ya precocidos, que se nos antoja mucho más cómodo, así que los pondremos en una cazuela con agua, el hueso, media cebolla entera y la hoja de laurel y lo pondremos al fuego, dejándolos hasta que se queden blandos, pero no deshechos, que será como un par de horas. Entre tanto, en una cazuela aparte, pondremos también en agua las morcillas y los chorizos para que suelten su grasa. Esto se puede hacer en el mismo puchero anterior, pero es mejor que cuezan durante menos tiempo, y desechar la grasa. Una vez que esté todo cocido, separamos el caldo de la cocción, colándolo, y lo reservamos.

En una cazuela de barro quedan mucho más ricos, pero también nos puede valer un perol y no desmerecen. Pondremos en el recipiente elegido un chorrito de aceite de oliva virgen extra, y cuando esté humeando, añadimos las cebollas picaditas y los dientes de ajo machacados, pero enteros, un puñadito de sal, y dejamos que se vayan haciendo a fuego lento.

Una vez que esté la cebolla blandita, añadimos el jamón y dejamos que se sofría para añadir acto seguido una pizca de pimentón de La Vera picantito y el tomate y dejamos que continúe su cocción. Algunos cocineros echan una cucharadita de harina para que espese, pero no creemos que sea necesario, porque además, así, quedan algo más ligeros.

Cuando veamos que el tomate está frito, añadimos el vino. Ya hemos dicho que este paso es opcional, pero realmente le da un encanto especial. Subimos el fuego y dejamos que vaya perdiendo el alcohol e incorporándose al guiso.

Las guindillas se pueden echar cuando mejor nos venga: freírlas junto con la cebolla, añadirlas ahora que ya está el vino sin alcohol, o esperar al final, por si algún comensal no los quiere demasiado picantes. Es como si queremos añadirle algo de pimienta y nuez moscada. A nosotros nos encanta, pero no a todo el mundo, por eso ni siquiera las hemos escrito entre los ingredientes. Sin embargo…

Y ya tenemos la salsita preparada para añadir el resto de la carne, así que lo hacemos, le damos unas vueltas y esperamos a que se incorpore todo, más o menos unos diez o quince minutos.



Es importante comprar pan reciente para mojar en la salsa y… me voy a comer, perdón.

domingo, 23 de noviembre de 2014

ARROZ CON MAGRET DE PATO Y CEPS

A mí, el magret de pato, que no es otra cosa que la pechuga con toda su piel y grasa, me gusta hasta en la gorra de un tiñoso y los boletus edulis o ceps, también.

El otro día compré un magret y decidí hacerlo con unos ceps que me trajo Chema de su pueblo, que creo que anda por Segovia y donde debe haber buen monte porque además de los boletus edulis me trajo un montón de tricholoma equestre o setas de los caballeros, aunque estas últimas me las administro con grandísimo reparo porque he oído que pueden provocar rechazo y han pasado al catálogo de tóxicas.  La cosa es que dándole vueltas al magín se me puso una idea que no tiene que estar mala, al menos en mi cabeza la cosa sabía bien, así que hoy me he puesto manos a la obra. Si sale bueno, le haré unas fotos y lo compartiré con mis lectores, y si no... pues al recetario de cosas horribles, que debe estar siempre a mano para no equivocarnos más de una vez... (está exquisito).

300 gr. de arroz bomba
1 magret de pato de unos 350 gr.
2 a 3 boletus edulis (dependiendo del tamaño)
1 pimiento verde, otro amarillo y otro rojo pequeños.
3 dientes de ajo
1 ramita de romero
1/2 bote de tomate tamizado
Caldo de pollo.
Azafrán
Sal
Pimentón de La Vera dulce y picante

En primer lugar haremos unos cortes longitudinales y transversales en la parte de la grasa y lo pondremos en la paella precalentada, sin nada de aceite para que vaya soltando la grasa y se vaya haciendo despacio. Cuando veamos que ha soltado buena parte de ella, le damos la vuelta, lo dejamos que se termine de freír y lo reservamos.

Cortamos los pimientos en juliana fina y después cortamos en daditos. Picamos los dientes de ajo hasta dejarlos muy finos y los ponemos en la grasa que nos ha quedado del magret con una pizca de sal. Cuando veamos que van empezando a bailar, echamos los pimientos y dejamos que se frían a fuego lento, removiendo de vez en cuando. Retiramos del fuego y añadimos el pimentón removiendo bien. Ponemos el tomate y dejamos que se vaya haciendo.

Los ceps, que previamente habremos laminado y confitado poniéndolos en aceite muy suave durante unos veinte minutos, los añadimos ahora al guiso y removemos para que se incorporen bien.Ponemos el arroz y lo sofreímos hasta que quede bien rehogado. Incorporamos, en primer lugar el azafrán y después el caldo caliente, y dejamos que se vaya haciendo. Aparte, ponemos un vasito de agua a hervir y le incorporamos el romero hasta hacer una infusión, que incorporaremos a la paella. Entre tanto, cortamos el magret en lonchas como de un centímetro de grosor y si vemos que ha quedado demasiado crudo, ponemos las lonchas de nuevo en la sartén para que queden a nuestro gusto. Lo suyo es que quede rosadito por el centro.

Una vez que el arroz esté casi seco, le ponemos encima las lonchas de magret y dejamos que termine de hacerse.

No es que tuviera dudas, porque mi memoria gustativa es bastante buena, pero es que el resultado ha sido exquisito. No ha quedado ni un grano.




lunes, 10 de noviembre de 2014

BRÉCOL CON CHORIZO Y PANCETA EN SALSA MORNAY-AURORA

Hace ya unos cuantos días que no he añadido ninguna entrada y creo que ya va siendo hora de escribirla y publicarla.

Comienzan los fríos y apetece algo calentito y rico, sin olvidar el aspecto saludable de la receta. Por eso hoy he decidido hacer un brécol acabado al horno, pero con unos ingredientes sumamente ricos.

1 brécol mediano
4 rodajas de chorizo para cocinar picante
5 lonchas de panceta
2 cucharadas de tomate triturado
1 vaso de leche
1 trufa negra
2 dientes de ajo
Queso de gruyere
Harina
Sal
Orégano
Aceite de oliva virgen extra.

Lo primero es blanquear el brécol, para lo cual se pone agua a hervir y cuando rompa el hervor echamos el brécol troceado. Esperamos a que vuelva a hervir, lo sacamos y lo reservamos.

En una sartén ponemos un chorrito de aceite y añadimos los dientes de ajo picaditos. Tan pronto como  empiecen a bailar añadimos el brécol y dejamos que se vaya cocinando.

Picamos en cubitos pequeños el chorizo y la panceta y los añadimos a la sartén. Una vez que esté todo frito, lo retiramos y lo reservamos en una cazuela.

En esa misma sartén ponemos un par de cucharadas de harina y dejamos que se cocine durante unos minutos y le añadimos la leche fría para evitar que se hagan grumos y removemos bien hasta que vaya tomando consistencia. Añadimos el tomate y dejamos que siga cocinándose unos minutos. Finalmente le ponemos el queso, removemos y dejamos que se derrita para volcarla de inmediato sobre la cazuela en la que hemos puesto el brécol.


Una vez que se haya enfriado, rallamos o picamos bien una trufa, ponemos un poco de queso gruyere rallado, espolvoreamos una pizca de orégano y metemos en el horno a gratinar.