jueves, 1 de mayo de 2014

ALIMENTOS Y FOTOCOPIAS

Hace unos días, cuando venía de viaje, puse la radio, más que nada porque está conectada con el manos libres del teléfono móvil, y había un locutor que hablaba de las comidas y las fotocopias de las comidas, y ponía como ejemplo las bandejitas que contienen unas lonchas o taquitos de jamón serrano. Lo de la fotocopia viene por el hecho de que, según su opinión, no es lo mismo sacar una loncha de ese sobre, que cortarla directamente de la pata del jamón porque los niños llegarán un día a pensar que el jamón sale de las bandejitas y no de la pata, como ya les ocurre con la leche y los bricks.


Adentrado en su conversación puso otro ejemplo que, a mí se me antoja más gráfico, como es el de las gulas. Tengo por cierto que un porcentaje elevadísimo de los niños no han probado en su vida las originales, o sea, los bichitos, entre otras cosas por su precio. Entre los adultos hay una pequeña divergencia, entre los que tampoco las habrán comido en su vida, y los que sí, pero hace tanto tiempo, que se han olvidado de su exquisito sabor.

A mí me las proporcionan a un precio elevado, pero no tan disparatado como suele ser habitual por lo que, de vez en cuando, me doy un homenaje a base de angulas a la bilbaína. Pero esto no quiere decir que no consuma fotocopias, y que estas también me gusten revueltitas con morcilla y huevo, pero son otra cosa que nada tiene que ver con las angulas, salvo por su aspecto una vez cocinadas. Eso sí, sin ojitos.

Esto no son angulas, pero también están de rechupete


Por la razón aludida en el epígrafe anterior, no es extraño que cuando recibo a algún amigo íntimo o con quien quiero quedar bien, compre un par de cientos de gramos, que no dan de sí más que para rellenar cuatro cazuelitas que parecen de juguete, pero no deja de ser un detalle. En cierta ocasión, uno de mis comensales me confesó, que hacía muchísimos años que no las había comido, y que ahora prefería las gulas. Eso después de dejarte setenta euros en angulitas sienta como una patada en salva sea la parte, más que nada porque ya venía advertido del menú que iba a servir. En cualquier caso, yo estoy convencido de que entre los que no las han probado en su vida, y los que, como mi amigo hacía tanto que no las probaba, el animalito en cuestión debe de correr poco peligro de extinción. Los mayores consumidores son los restaurantes de postín, que las suelen ofrecer congeladas, para que no se les echen a perder. Y entonces, viene un comensal acompañado, las pide para demostrar que tiene mucho dinero y un gusto excelente, las come con desagrado acordándose de lo ricas que le saben las fotocopias y, eso sí, al final dice: “Hay que ver qué ricas y frescas estaban las angulas”. En voz bien alta para que todo el mundo en derredor se entere de se ha pedido angulas frescas no, fresquísimas, como que venían congeladas. 

Estas forman parte de mi último homenaje y no son congeladas (y se ve que tienen ojitos).