sábado, 24 de febrero de 2018

FABADA ASTURIANA: ELEVEMOS LA AUTOESTIMA


Esta entrada va dedicada a los que dicen que no saben cocinar, que son unos patosos, que eso de la cocina es para otros, que, en definitiva, son un poco gandules, pero que, en el fondo, les encantaría hacer un buen plato para quedar bien y no saben cómo.

Lo primero que te aconsejo, amable lector, es que dejes a un lado los prejuicios de los precios, porque para esta receta vas a necesitar gastar dinero en lo que menos te lo piensas: les fabes.

Ayer compré unes fabes que me costaron 20 euros el Kg. Sí, lo que lees, pero luego el compango salió más baratito, porque entre el chorizo, la morcilla, la panceta y el lacón, no llegó a los diez euros.

Bueno, vamos a la receta. Los ingredientes ya están casi apuntados, y la ejecución es, más o menos como la de los judiones de la abuela que ya apareció en alguna entrada anterior, pero en mucho menos tiempo.

300 gr de fabes asturianas

1 chorizo asturiano

1 morcilla asturiana

150 gr. De lacón

150 gr de panceta

Pimentón de La Vera ahumado dulce

1 hoja de laurel

3 dientes de ajo

Unas hebras de azafrán de Castilla La Mancha

AOVE

Sal



Ponemos les fabes a remojo la noche anterior y tal cual, las echamos en una olla junto con el chorizo, la morcilla, el lacón, la panceta, la hoja de laurel y los dientes de ajo enteros. Añadimos un chorrito de aceite de oliva virgen extra y, los más trabajadores, si quieren, pueden poner un poquito de cebolla picada, pero como yo no tenía, pues no la he puesto. Lo ponemos a fuego fuerte hasta que comiencen a hervir y luego las bajamos a fuego mínimo. De vez en cuando le echamos una ojeada para quitar la espuma, que eso es la grasa.



Y ya está. Sólo hay que esperar a que estén tiernas, que serán unos 45 minutos, si les fabes son de estas caras, si no, un poco más.



Ahora viene el toque maestro, que es poner las hebras de azafrán, y el no va más, ponemos una cucharada de pimentón en una sartén con aceite y cuando coja el colorcito rojo carmín, lo añadimos al puchero.



Donde quiera que presentes esta receta, vas a triunfar y tu autoestima se va a elevar hasta tocar el cielo.




domingo, 11 de febrero de 2018

ARROZ EN PAELLA CON CABRITO Y SETAS SILVESTRES


Andaba con ganilla de comerme una paletilla de cabrito asada y decidí compartir mi prurito con mi hija, así que mediante el WhatsApp mantuvimos la siguiente conversación:



-Se me ha antojado una paletilla de cabrito para el domingo. ¿Os apuntáis? ¿Compro una paletilla o tres?

-Vale, ¡qué rica la “paellita” de cabrito”.



No sé muy bien por qué razón leyó paellita en vez de paletilla y me puso, sin quererlo, en un gran problema, porque… ¿Cómo demonios se hace una paellita de cabrito? Así que me puse a darle vueltas al magín para intentar hacer algo, no solo comestible, sino que además estuviera rico. Al final pensé que, si en vez de paletilla utilizaba pierna, con una o dos tendríamos suficiente para los cuatro así que me acerqué a la carnicería y pedí una bien cortadita. Al ver la cantidad de trozos que tenía aprovechables me pareció que con una nos valía. Ahora solo quedaba pensar en el resto de los ingredientes.



1 pierna de cabrito (también puede ser de cordero) lechal

300 gr de arroz bomba

1 zanahoria

1 puerro

3 dientes de ajo

1 hoja de laurel

1 bote de setas silvestres

1 pimiento verde

½ bote de tomate tamizado

100 gr de judías verdes

50 gr de garrofón (o judías gordas como las de La Granja)

50 gr de tabella o judías blancas menudas

Una ramita de romero

Aceite de oliva virgen extra

Pimentón de La Vera dulce

Azafrán

Sal



Lo primero que hay que hacer es poner las judías a mojo el día anterior. También podemos elaborar un buen caldo con la zanahoria, el puerro, los ajos, la hoja de laurel y, naturalmente, los huesos de la pierna. En el caldo no puse sal porque me interesaba que quedara soso para no interferir con los sabores posteriores.



El resto de la receta no dista mucho de la de la paella tradicional, solo hay que tener en cuenta los tiempos de cocción.



Al utilizar judías secas rehidratadas, pensé que no iría mal que cocieran aparte durante al menos una hora. Al final han estado casi dos, hasta que estaban blanditas. En la misma agua se pone el romero bien picadito para preparar una infusión.



Ponemos un chorrito de aceite en el centro de la paella y cuando empiece a humear echamos la carne con un puñadito de sal y dejamos que se dore bien. Una vez que esté bien dorado, añadimos las judías verdes y el pimiento cortado en tiras finas y cortas con otro pellizco de sal y pasados un par de minutos añadimos el pimentón, removemos y casi de manera inmediata el tomate con otro pellizco de sal.



Una vez que el tomate haya eliminado el agua, ponemos el caldo. Hay que ser generosos con el caldo porque el cabrito o el cordero tardan más en quedar tiernos que el pollo y el conejo de la paella tradicional. Lavamos bien las setas y las añadimos al caldo, y, por último, añadimos también las judías con su propio caldo y el azafrán.



Una vez que veamos que está todo tierno, lo podemos dejar hasta la hora de comer porque ya solo queda calentarlo, añadir el arroz y esperar a que se haga, que serán en total unos 18 a 20 minutos.

Al sacar el caldo, descubrí que los huesos estaban recubiertos de unos trozos de carne sumamente melosos y decidí añadirlos al final de la cocción del arroz y ha sido un acierto.



TORTILLA DE PATATA TRADICIONAL

Algunas veces apetece ponerse creativo, pero hoy lo realmente apetecible era una receta tradicional donde las haya. En mi caso, esta era una de mis asignaturas pendientes, porque el tema de dar la vuelta a la tortilla se me solía resistir bastante. Así que, si va alguna que otra a la basura, no debe desmoralizarnos. Ya sabemos que el espíritu de superación es una dignidad de la raza humana.

La eterna pregunta absurda es si debe llevar o no cebolla. A mí me gusta mucho más con cebolla porque le da un toque más jugoso y le aporta el saborcito dulce de la raíz. Pero al que no le guste la cebolla lo tiene más sencillo porque solo tiene que saltarse el paso de pelarla, picarla y freírla

8 HUEVOS
1 CEBOLLA
3 PATATAS TERCIADAS
ACEITE DE OLIVA VIRGEN EXTRA
SAL

Hay que tener en cuenta que cuanto más grande y más gordita, va a estar más rica. Así que vamos a comenzar pelando las patatas y cortándolas en rodajas finas. Hacemos lo propio con la cebolla, es decir pelarla y cortarla también en láminas finas. A continuación, ponemos en una sartén abundante aceite con fuego muy bajo y confitamos las patatas con la cebolla hasta que quede todo blandito. Sacamos de la sartén, lo colamos para que pierda todo el aceite y lo reservamos.

Los pasos siguientes son como los de la tortilla francesa, es decir que batiremos los huevos en un bol, esta vez todos juntos, y una vez que queden bien mezcladas las claras y las yemas, les añadimos las patatas y la cebolla, revolviendo con cuidado para que formen una masa, pero sin romper demasiado las patatas, aunque esto va en gustos.

En una sartén antiadherente, de la que nos habremos asegurado previamente que tiene el tamaño adecuado para poder poner un plato sobre ella, echamos un poco de aceite y el contenido del bol, y dejamos que se cuaje a nuestro gusto, aunque ya advertimos que
en los primeros intentos es mejor que quede bien cuajadita para que resulte más fácil darle la vuelta. Ponemos el plato sobre la sartén, le damos la vuelta, y la volvemos a colocar en la sartén por el lado contrario. Este es el punto complicado, porque pueden surgir los siguientes
problemas:

1º puede que, al voltear la sartén, se nos caiga toda la tortilla al suelo.

2º puede que le demos la vuelta con éxito, pero al levantar la sartén nos encontremos con que hay un trozo de tortilla pegada en el fondo y que se nos destartale la obra. Por eso he advertido que la sartén debe ser antiadherente.

3º puede que después de haber realizado todo lo anterior con éxito, al intentar poner la tortilla otra vez en la sartén, se nos desparrame, o se forme un rollito que dé al traste con el aspecto suculento de la tortilla redondita.

En el primer caso, lo mejor es recoger el desaguisado, tirarlo a la basura, y volver a empezar, porque no resulta nada grato comer productos recogidos del suelo. Recordemos aquello de las
cadenas de conducta y el entrenamiento positivo.

El segundo problema tiene mejor solución, que consiste en volver a dejar la tortilla como estaba, y con ayuda de una espátula despegar el trozo que se había quedado pegado.

El tercer problema es meramente estético, porque, aunque se desparrame una porción, la tortilla terminará haciéndose, y si se forma el rollito, parecerá una tortilla con chepa, pero nada más.

Una vez que hayamos conseguido dar todos los pasos anteriores de manera exitosa, tendremos de nuevo la tortilla en la sartén, pero con la parte doradita arriba, por lo que, si esperamos un poquito, tendremos la tortilla finalizada.

En cuanto al acabado, también va la cosa en gustos: hay a quien le gusta cruda, jugosita, semi-seca y seca del todo. En nuestro caso la solemos hacer jugosita tirando a cruda.

Para sacarla, hay quien prefiere hacerlo otra vez poniendo el plato encima, pero resulta más sencillo dejarla resbalar de la sartén al plato.

Vemos que está tostadita, pero al abrirla...
Está jugosita.