sábado, 31 de agosto de 2019

EMPERADOR EN SALSA DE CERVEZA Y AZAFRÁN

Hay bastante desacuerdo entre algunos que dicen que el emperador y el pez espada son el mismo bicho y quienes los consideran diferentes. También es cierto que los que lo consideran diferentes añaden de inmediato que es muy difícil distinguirlos, a nosotros nos da lo mismo que sean uno o dos, así que vamos a pasar de esta discusión. 

Los pescados azules suelen venir precedidos de una fama bastante mala en cuanto a la aportación de mercurio y otros minerales nocivos, pero en su contra, también se los considera sumamente nutritivos y beneficiosos para la salud, en especial para el exceso de colesterol pues aporta grasas benéficas. Nos quedamos mejor con esta segunda parte y continuamos con la receta.
  
Habitualmente, al ser un pescado graso, se suele preparar a la plancha, con ajitos y un chorrito de aceite, pero se pueden hacer otro tipo de elaboraciones en las que queda más sabroso y menos seco, como esta que nos ocupa.

Lomos de emperador 
½ cebolla 
3 dientes de ajo 
1 vasito de cerveza 
1 cucharada de maicena  
Perejil picado 
Unas hebras de azafrán 
1 guindilla 
AOVE 
Sal maldon (en escamas) 

Pelamos y laminamos los dientes de ajo y cortamos la cebolla en brunoise, y lo ponemos en una sartén a fuego suave junto con la guindilla hasta que quede todo doradito.  

Ponemos pimienta recién molida sobre los lomos de emperador y los añadimos a la sartén durante unos tres minutos por cada lado, para que quede hecho pero jugoso. 

Mezclamos en un bol la maicena junto con el perejil y el azafrán y añadimos el vasito de cerveza, mezclamos bien y lo vertemos en la sartén durante unos minutos, hasta que la salsa adquiera la consistencia deseada. Añadimos el punto de sal en escamas y lo acompañamos de pan recién horneado.   



viernes, 30 de agosto de 2019

COCIDO


Estamos terminando el verano y hay que volver a casa. Habitualmente, por estas fechas siempre quedan restos de alimentos en la nevera y en el congelador. Este año había un costillar de ibérico partido en tres raciones, garbanzos congelados, unas alitas de pollo, chorizo picante de León, restos de verdura de paella, un trocito de calabaza y otro de berza de los purés de mi nieta, patatas y un trozo de panceta.  Al ver todo esto en la encimera, la cabeza se me fue de manera casi inmediata a la elaboración de un cocido que ni es madrileño, ni leonés, ni montañés, ni… En fin, que se trata de un cocido en toda regla, que podríamos denominar “cocido de restos”, pero como parece que sonaba feo, he preferido darle un nombre genérico: cocido. Aunque no deja de ser una receta de aprovechamiento con la que vamos a comer 4 personas.

Hay quien mete todo en una cazuela y deja que se haga a su aire, pero para que quede un plato excelso, hay que seguir unas normas, en especial, los tiempos de cocción.

Los ingredientes ya los he apuntado, así que vamos a la elaboración y como los garbanzos habían estado a mojo antes de la congelación, nos ahorramos el paso y vamos al resto de los ingredientes.

A mí me gusta cocer cada cosa por su parte y como el tiempo de cocción no es el mismo para todo, empezaremos por poner en una olla con bien de agua el hueso de jamón, que previamente habremos escaldado, o al menos lavado bien. Ponemos la panceta, el chorizo y las costillas y esperamos a que empiece a cocer a fuego fuerte. Cuando rompa a hervir, veremos que hay espuma y hay que quitarla de vez en cuando, bajamos el fuego y lo ponemos casi al mínimo porque el proceso va a ser largo, pero merece la pena respetar los tiempos. Cuando lleve más o menos media hora, añadimos el pollo, una hoja de laurel y dejamos que siga cociendo durante otra media hora, momento en el pondremos los garbanzos, que para evitarnos trabajo posterior, conviene ponerlos en una red. Hay un refrán que dice que los garbancitos, calentitos, y es porque el resto de las legumbres se echan en el agua fría, pero no los garbanzos. Hay quien prefiere cocer el chorizo aparte, pero al ser un chorizo picante de León, me pareció mejor idea que le confiriese su gusto al caldo.

Vamos a por las verduras. Empezamos por poner agua al fuego para que cueza y una vez que brote el primer hervor echamos la verdura de la paella, que naturalmente es opcional, pero yo tenía una poquita en el congelador y qué mejor uso que este. Ponemos también las patatas peladas y enteras o cortadas gruesas si son muy grandes, la cebolla y cuando lleve todo esto un rato cocinándose, añadimos la berza cortada y la calabaza. Dejamos a fuego suave unos quince a veinte minutos, dependiendo de si nos gusta más o menos al dente.

Conforme esperaba a que se hiciera mi suculento cocido, se me ocurrió que iba a echar en falta alguna morcilla, así que bajé a comprar un par de ellas de las de pueblo, curadas y al subir las puse en un cazo con agua hirviendo controlando continuamente porque si te pasas de cocción, se rompen y se estropea el guiso. Aproximadamente estuvieron unos cinco minutos para estar en su punto.

Unas dos horas y media después, comprobamos que los garbanzos estén ya blanditos y en caso afirmativo, apagamos el fuego. Con ayuda de una espumadera vamos sacando todos los trozos de carne y, por supuesto, los garbanzos.

Como las verduras se hacen antes, cogemos el cazo y un colador y vertemos el caldo en la otra cazuela. Las verduras las reservamos porque ellas solas son uno de los vuelcos.  Ahora dejamos que el caldo cueza a fuego muy suave para asegurarnos que se entremezclen bien los sabores.

El cocido lo hice ayer para comerlo hoy, porque con bien de tiempo por delante nos aseguramos de que se asienten bien los sabores y además nos ahorramos el tener que espumarlo durante la cocción, porque en frío, la grasa sube y se retira con suma facilidad con ayuda de la espumadera.

Hay quien cuela el caldo antes de hacer la sopa y quien prefiere que quede algún trocito de carne, a mí me gusta más lo segundo, pero como cocinaba para varios, preferí optar por lo primero.

El último paso es el más sencillo, que es hacer una sopa. Cuando yo era pequeño, la sopa del cocido se hacía siempre de arroz, pero es más corto el proceso de hacerlo con fideos finos y el resultado es excelente, así que en unos cuatro minutos la tendremos preparada.

Para finalizar, vamos con el servicio: El primer vuelco es la sopa que presentaremos en una sopera, el segundo son las verduras junto con los garbanzos que presentaremos en una fuente, de manera ordenada, la berza junto con la cebolla, las patatas junto a la calabaza y en el otro lado de la fuente los garbanzos. Y el tercer vuelco, que será el de la carne, vamos a disponerlo en otra fuente y también de manera ordenada, es decir: las costillas, el pollo, el chorizo, la morcilla y la panceta, todo ello cortado para que el comensal elija si quiere mezclarlo todo en su plato, o comerlo por separado.



Al final comimos seis y alguno de ellos con buen apetito. 




sábado, 10 de agosto de 2019

CANELONES ROSSINI


Gioachino Rossini, el autor de algunas de las óperas más aplaudidas de la historia tales como “El Barbero de Sevilla” o “Guillermo Tell”, era también un gran aficionado a la cocina, tanto a cocinar él mismo, como a degustar las recetas de los grandes chefs de la época como Antonin Carême. Se cuenta que, además, era muy bueno en los fogones y creaba sus propias recetas y recreaba las de otros cocineros. Siendo así, no es de extrañar que alguna de sus creaciones haya llegado a nuestros días con su apellido como son los canelones rossini.

El caso es que, hace unos días, mis sobrinas me preguntaron si las podía invitar a comer y, como ahora ando ocioso, me pareció buena idea. He de señalar que se trata de 4 niñas de entre 8 a 14 años y un saque fuera de lo común, por lo que decidí hacer unos canelones, que son bastante contundentes y me consta que a casi todos los niños les encantan (pregunté antes, por si acaso).

1 paquete de canelones (vienen 20)
½ kg de carne picada
6 lonchas de beicon ahumado
1 cebolla
1 bote de tomate tamizado
2 cucharadas de harina
½ litro de leche
1 yema de huevo
½ vaso de vino (igual da blanco, rosado o tinto)
Nuez moscada
1 cucharada de orégano seco.
Pimentón de la vera dulce
300 gr de queso rallado
2 cucharadas de mantequilla
AOVE
Sal

En primer lugar, cortaremos las lonchas de beicon en tiras finas y las mezclaremos con la carne para freír todo junto en una sartén con un poco de aceite. Removemos continuamente con una cuchara de palo para que la carne no se haga grumos. Cuando veamos que está bien frita la sacamos y en esa misma sartén, con un poco más de aceite freímos la cebolla picada en brunoise. Añadimos un poco de sal para ayudar a que se ablande. El fuego debe estar suave para evitar que se nos queme. Cuando veamos que está blandita, añadimos el pimentón y a continuación el tomate para cortar la cocción del pimentón. Cuando veamos que el tomate ha perdido el agua, añadimos el medio vaso de vino y subimos el fuego un poco para evaporar el alcohol.

Echamos la carne en la sartén junto con la cucharada de orégano y removemos bien para que se entremezclen los sabores, luego retiramos y ponemos sobre un colador porque lo que nos interesa es que pierda toda la grasa y el agua que pueda tener. Es decir, que lo que buscamos es una masa compacta. Reservamos.

Para cocer los canelones es importante seguir las instrucciones del paquete, puesto que hay algunos que necesitan más tiempo que otros. El procedimiento es poner abundante agua en una cazuela, esperar a que hierva e ir soltando los canelones uno por uno esperando a que asienten. Así evitaremos que se nos peguen.

Una vez cocidos, ponemos un paño limpio de cocina sobre la encimera y los vamos dejando para que se vayan secando. Ahora estarán en condiciones de ser rellenados. Ponemos un par de cucharadas del relleno en cada canelón en la parte más cercana a nosotros y enrollamos. Los colocamos en una bandeja de horno.

Vamos a por la salsa y el remate final. Ponemos en un cazo la leche a calentar y, por otro lado, ponemos la mantequilla en una sartén y esperamos a que se derrita. Podemos utilizar aceite en vez de la mantequilla, pero al enfriarse nos quedará más consistente así. Echamos la harina y removemos bien. Es importante que se cocine la harina antes de añadir la leche y también es importante que la leche esté caliente para evitar grumos. Cuando veamos que la harina está cocinada, le añadimos la leche y removemos bien. Ahora es el momento de añadir la sal, la nuez moscada y un puñadito de queso rallado. Seguimos removiendo hasta que coja la consistencia suficiente. Hay que tener en cuenta que es para napar los canelones y si a dejamos demasiado líquida lo que hará será irse al fondo en lugar de cubrir los canelones.

Cuando veamos que está en su punto, retiramos del fuego y cuando se vaya atemperando, le añadimos la yema de huevo y removemos bien. Este paso no es imprescindible, pero a la hora de hornear, toma un color mucho más suculento. Ahora ya sí que podemos cubrir los canelones.

He de decir que esto lo hice la tarde anterior, y que los dejé preparados para meterlos en el horno un rato antes de comer. La foto que acompañan a esta receta es de ese punto, porque cuando los saqué del horno, no me dio tiempo a volverlos a fotografiar.

En realidad, si los canelones los hacemos el mismo día, con dejarlos gratinar nos valdría, pero al estar fríos preferí precalentar el horno en las posiciones de aire, arriba y abajo. Así se me calentaron bien. Antes de ponerlos en el horno, echamos todo el resto del queso que quede en la bolsa y cubrimos bien los canelones. Ahora, también podemos añadir otro poco de orégano.


lunes, 5 de agosto de 2019

CONEJO AL AJILLO


Hace unos días, compré una bandeja en el súper que decía: “Preparado campero para paella”. Contenía unas piezas de pollo con la piel amarillita y la carne tersa, y unos trozos de conejo también campero. 

Como suele ocurrir, estas bandejas que venden son para una familia, si no numerosa, sí tragona y, claro, yo me hice mi paellita y lo que sobró lo repartí en raciones y lo congelé.

Ayer saqué una de las porciones de conejo y, como no me apetecía calentarme demasiado la cabeza, decidí que el ajillo es una forma fantástica de comer conejo. Lo que no tuve en cuenta es que, al ser campero, su carne es mucho más dura que el de corral, así que tuve que hacer un poco de encaje de bolillos para poder comer carne tierna.

Las piezas que contenía eran: una riñonada, con su riñón adherido, varias piezas de chuletas, y un brazuelo, es decir, más que suficiente para una sola persona.

Conejo
3 dientes de ajo
1/ vaso de vinagre balsámico de Módena
1 chorrito de salsa de soja
1 nuez de mantequilla
Pimienta
AOVE
Sal

Lo primero es salpimentar el conejo y freírlo a fuego fuerte para marcarlo y sellarlo bien. Lo retiramos del fuego y lo reservamos.

Laminamos los dientes de ajo y los ponemos en la misma sartén, pero con el fuego bajo y esperamos a que se vayan dorando. Añadimos el vinagre para desglasar y cortar la cocción de los ajos.

Ponemos el conejo y cubrimos con agua y dejamos que se vaya cociendo a fuego suave durante al menos media hora a tres cuartos, es decir, cuando veamos que la carne está tierna.

Retiramos el conejo, añadimos un chorrito de salsa de soja y subimos el fuego para que reduzca la salsa. Cuando veamos que está reducida, añadimos la mantequilla para que le dé brillo y retiramos.

Si el conejo hubiera sido tierno, no habría hecho falta añadir el agua, porque simplemente al freírlo ya habría estado blando. Además la salsita le confiere un gusto especial siempre que tengamos paciencia hasta dejarla bien reducida, es decir, que ha de quedar espesa para poder napar las piezas de carne.



sábado, 3 de agosto de 2019

CACHOPO BURGUER (O BURGUER CACHOPO)


Ayer me hice un steak tartar, pero de los cutres baratos, es decir con la bandejita de carne picada del súper, que hay algunas marcas que son muy buenas y aunque la textura no sea igual, te ahorras un buen tiempo en picar a cuchillo o pagar para que te la corten.

Esas bandejitas traen carne picada para un regimiento y a mí me suelen durar bastante porque o bien me hago un steak, o bien me hago una hamburguesa y con lo que sobra suelo hacer albóndigas, de las que reservo un par para hacer una salsa estupenda para la pasta. Ya lo decía Arguiñano, que el que tiene una bandejita de estas, tiene un tesoro.

La cosa es que tengo un queso magnífico y me he traído jamón cortado a cuchillo de ibérico de bellota, así que se me ocurrió que con esos ingredientes me podía elaborar una hamburguesa rellena, pero mi creatividad no tiene límites y…

½ bandeja de carne picada de vacuno (a ser posible de buena calidad)
Lonchas de jamón ibérico de bellota cortadas a cuchillo
2 lonchas de queso (en mi caso puse brie de cabra)
1 huevo
Pimienta negra recién molida
Aceite (hoy va en gustos)
Pan rallado

Ponemos la carne en un bol y amasamos bien con la pimienta negra al gusto. Una vez que la tengamos bien amasada, la sacamos y la dejamos en un plato. En ese mismo bol podemos poner un huevo entero y lo batimos.

Separamos la carne en dos o en cuatro trozos (2 por hamburguesa), dependiendo del tamaño que queramos hacer. Lo aplastamos bien y ponemos las lonchas de jamón encima, las 2 lonchas de queso y recubrimos con el otro pedazo de carne apretando para que quede bien sellado.

Ponemos pan rallado en un plato. Hay quien pasa primero la carne por harina para que impregne mejor el huevo, pero quedan mucho más ricas si omitimos este paso y lo que hacemos es pasar primero las hamburguesas por el pan rallado, luego por el huevo y por último otra vez por el pan rallado (si lo queremos más crujiente, podemos repetir la operación, pero así suelen quedar bien).

Ponemos aceite en una sartén. En mi caso, la primera hamburguesa la freí en un par de cucharadas de AOVE bien caliente, pero como se trataba de experimentar en la cocina, la otra la freí en otra sartén con aceite de girasol, en este caso más abundante. Como veis no he añadido sal porque tanto el queso como el jamón aportan buena cantidad.

El resultado final varia poco, porque el queso ha quedado derretido y la corteza bien crujiente en ambos casos.

Lo acompañé con unas patatas chips en aceite de oliva

Lástima que no llegue el aroma ni el sabor.