miércoles, 28 de diciembre de 2011

LA CONDUCTA SUPERSTICIOSA: NOCHEVIEJA RELAJANTE

La conducta supersticiosa es algo que ha sucedido en los humanos desde tiempos remotos. Sin embargo, está más que demostrado que las creencias y pareceres son algo innato en la conducta humana y pueden resultar algo beneficioso o maléfico, en función de cómo las vivamos.

Por ejemplo, es un hecho aceptado por todo el mundo que la cena de Nochebuena es para pasarla con la familia. Sin embargo, parece que Fin de Año es algo así como más a lo loco: Amigos, familia… Pues yo he decidido pasarla solo, frente al mar.  Esto no quiere decir que me vaya a privar de nada, sino que quiero pegarle un buen avanzón a mi nuevo libro y aquí, con la única compañía de mi perrita, Duna, puedo sacarle mucho mayor partido al tiempo y, de paso, investigar un poco entre los fogones.

Casi sin querer, me he dado cuenta de que este 2011 está agonizando y quiero darle la bienvenida como se merece al nuevo 2012… por si acaso. Y creo que este “por si acaso” requiere una explicación:

Todos los años acabados en 2 me han traído cosas buenas, malas, o al menos, cosas para recordar. Así, mis primeros recuerdos llegaron en 1962. Es como si antes de ese año no hubiera nacido, pero de ese año empecé a recordar muchas cosas. En especial, acontecimientos extraños acaecidos a partir del mes de octubre, como la canción Love me do, de los Beatles, el Concilio Ecuménico Vaticano II promovido por el Papa Juan XXIII, el bloqueo de Kennedy a Cuba… ya ves qué recuerdos para un niño tan pequeño, y eso por no mencionar recuerdos más cercanos y familiares.

1972 fue un año especial: bisiesto, acabado en 2 y no sé si muy duro o muy bueno, depende de cómo se mire. Fue muy, pero que muy duro porque en marzo de este 1972 falleció mi padre cuando yo contaba solamente catorce años de edad. Pero si tenemos en cuenta que este acontecimiento me sirvió para cambiar por completo mi forma de ver la vida, de dejar de ser un niño y de convertirme en algo parecido a lo que sigo siendo a día de hoy, creo que no fue tan malo del todo. Quizá me tocó madurar demasiado pronto, pero no estuvo mal.

Vamos a 1982. Aquel año contraje matrimonio y viajé por primera vez a Egipto. ¿Alguien podría olvidar acontecimientos como estos?...

Y vamos a 1992, el segundo año bisiesto de mi vida que acababa en 2. Me ha costado mucho tiempo darme cuenta, pero he descubierto que cada veinte años, pasa. Este año publiqué mi primer libro titulado “Cómo potenciar las capacidades de nuestro hijo recién nacido”. Mi maestro, Álvaro Aguirre de Cárcer me regaló el prólogo el día de mi cumpleaños y el libro apareció en octubre, como este último que acabo de publicar… siempre octubre. Pero un par de meses antes pasó algo negativo que más adelante relataré.

2002 fue el año que todos cambiamos nuestras estructuras monetarias. Matamos a nuestra querida Peseta y comenzamos a pagar y a cobrar en Euros y, de paso, empezamos a ver cómo nuestra capacidad adquisitiva se empezaba a empobrecer porque todo lo que costaba 20 duros, es decir, 100 pesetas, pasaba a valer 1 euro, o sea, 166,386 pesetas, sin que esto repercutiera en beneficio de nuestro sueldo. 

2011 no ha estado mal porque he publicado mi último libro y en el terreno personal, aparte de la crisis, no me ha ido mal del todo pero, ¿qué me pasará en 2012? Es bisiesto, acaba en 2… Mi madre, mujer supersticiosa donde las hubiere, temía a los años bisiestos como si estuvieran apestados, y no es de extrañar, porque en 1972 perdió a su marido, en 1992, que fue cuando publiqué mi primera obra, le descubrieron un grave problema en el hígado, y en 1996, también bisiesto, falleció por su culpa.

Skinner demostró que la conducta supersticiosa es algo enfermizo y sin razón lógica alguna, pero cualquiera le metía eso en la cabeza a mi madre y, quizá por aprendizaje vicario, siempre nos queda algún resquemor por las enseñanzas de Doña Bienve, que así se llamaba.

No sé muy bien por qué, pero estoy convencido de que este año que nace dentro de unos días va a ser maravilloso, aunque seguramente tenga alguna contraprestación, como todos los santos bisiestos acabados en 2 y, por eso, voy a preparar una cena especial para el día 31, y una comida no menos especial para el día siguiente que, además, celebro mi onomástica.

A pesar del tema de las supersticiones, no tengo muy claro que vaya a tomar las 12 uvas y menos que estas, si por casualidad me las comiere, lo hiciere a las 12 horas, entre otras cosas, porque me imagino que media hora antes estaré dormido, como todos los días, que es la forma más feliz de pasar el tránsito de un año a otro. No pienso comprar uvas porque, si se diera el caso, las comería en forma líquida, es decir, me las bebería. Pero antes de eso, sí voy a preparar una cena, digamos que exquisita y, esta vez, fuera de miserias.


He comprado unas angulas de Aguinaga y van a caer como entrante. El precio de las angulas oscila entre los 800,00€ y los 1200,00€, pero también se pueden conseguir congeladas a un precio muy inferior y sin que pierdan ninguna de sus cualidades, así que me he acercado al vivero del Mareny de Barraquetes y he comprado 100 gr. por 35,00€.


Un amigo pescador me ha regalado un bogavante de la bahía que es bastante hermoso, al menos para una sola persona, así que lo haremos cocido para poder comer también un poquito el día 1.

Ayer vi una paletilla de lechazo de cordero, que se me antojó un lujo para cualquier mesa. Pesa algo más de 1Kg. Pero ya se sabe que estas cosas, una vez asadas y deshuesadas, se quedan en eso, una cena y una picada para el día siguiente. Además, los huesos son una delicatesen para Dunita, que la pobre también tiene derecho a celebrarlo.


Y no me pienso machacar demasiado en la elaboración de estas viandas, porque las angulitas me las freiré en una cazuela de barro con bien de aceite de oliva virgen extra, y con una pizca de sal, ajito y una guindilla fresca del arbolito van a estar para chuparse los dedos. Para Año Nuevo me dejaré unas poquitas y las volveré a freír con un par de huevos de corral.

En cocer el bogavante no pienso tardar más de cinco minutos y entre tanto, albardaré la paletilla con unas hierbas del monte, sal y pimienta para meterla al horno regada con una mezcla de mistela y agua de nuestro querido Ayuntamiento.

De postre tampoco voy a elaborar nada especial porque he descubierto que en Consum venden un Panetone de chocolate que nada tiene que envidiar al italiano casero, así que ya lo tengo por aquí y lo he andado un poquito. Seguramente, para Nochevieja, tendré que comprar otro, porque este ya estará vencido en mi estómago, claro está.


Para acompañar esta cenita tan sutil y a la vez tan sencilla, he seleccionado un vino tinto que se me antoja un maridaje perfecto tanto para el marisco, como para la carne. Se trata de un Pintia de la D.O. Toro, que aúna las bondades del Vega Sicilia, que es algo así como su padre, o su abuelo, con el hecho de ser un caldo más joven y por lo tanto consumible a una temperatura de unos 15 a 16 grados para el marisco, y a unos 18 a 20 para la carne, cuando ya esté más oxigenado. Este vino se cultiva en un bello pueblo de Valladalid denominado San Román de Hornija, pero que está muy cerquita de la Provincia de Zamora… Es muy probable que no llegue a Año Nuevo.

En cuanto a los espumosos, yo no soy nada partidario de ellos: ni de los vinos de aguja, ni de los cavas, ni tampoco, de los champanes. Sin embargo, en la misma tienda donde adquirí el vino, tenían unos botellines de Benjamín Möet & Chandon Imperial y me pareció que debía acompañarme al menos uno por si acaso llego a pasar el tránsito despierto y he de brindar por mis cojones, que son los que más alegrías me han aportado, en especial, los dos años bisiestos que he vivido acabados en 2.

Yo creo que el día de mi santo andaré algo empachado con la cena de la noche anterior, así que, es muy probable que, con las sobras tenga más que suficiente, pero sí me gustaría acompañarlas con unas gambas rojas de Denia, o de El Faro de Cullera, según se mire, y una salsita mahonesa casera.

Buen provecho y que lo mejor de 2011 sea lo peor que os ocurra en 2012, de todo corazón.

viernes, 23 de diciembre de 2011

CENITA DE NOCHEBUENA Y COMIDA DE NAVIDAD SIN ESTRESARSE

Hoy es un buen día para ir preparando la cena de mañana y la comida de pasado y, si nos hace falta algo, todavía tenemos tiempo de sobra para comprarlo.

La idea es preparar recetas sencillas, bonitas y a ser posible, anticrisis, pero todo ello sin que nos genere ningún tipo de estrés, es decir, que mañana y pasado podamos disfrutar de un buen menú con la familia y allegados sin ponernos de los nervios. Y eso solamente se consigue con tiempo por delante.  

Mis sugerencias son solamente eso, sugerencias, pero cada cual puede poner o quitar platos e ingredientes conforme le venga en gana, que ese es un punto esencial para evitar el estrés.

Yo he comprado unos huevos de codorniz y voy a convertirlos en unas setas de los enanitos y en unas cazuelitas de morcilla con huevos y patatas, que son un buen entrante y se pueden dejar preparados con cierta antelación. También he pensado que un chupito de bloody mary con una almejita es apropiado para el inicio. Una ensaladita en forma de árbol de Navidad y, por supuesto, lo más socorrido del mundo y que a todo el mundo le gusta, es un buen plato de jamón y algo de marisco.

La Nochebuena pide de primer plato algo calentito como es una buena lombarda cocida, aunque la podemos sustituir por cualquier otra hortaliza, como por ejemplo, la berza o el brécol, que nos va a aportar una serie de beneficios inigualable, y además se prepara en menos tiempo.

Una carne muy rica, que se prepara en poco tiempo también y que por lo demás es barata sería el lomo de cerdo, que podemos rellenar de jamón, queso y huevos cocidos, con una salsa de setas y stoemp de verduras.

Vamos a la elaboración que, repito, podemos empezar hoy mismo. Lo primero que he mencionado son las setas de los enanitos, y eso sí podemos hacerlo ya poniendo a cocer ocho huevos de codorniz (mejor diez, por si se nos rompe alguno. Además el cocinero siempre tiene algo de premio, ¿no?). Necesitaremos también ocho tomatitos cherry, una lata de atún en aceite, mejor de oliva, una bolsa de rúcula o de cualquier otro producto verde, aunque a la rúcula le vamos a sacar doble partido, porque también nos servirá para la ensalada. Un poquito de queso en polvo y una mahonesa, que puede ser casera (mucho más rica) o comprada.


Una vez que hayan pasado unos ocho minutos de cocción, retiramos los huevos del fuego y los dejamos enfriar. Entre tanto, cortamos los tomates, no por la mitad, sino por un tercio de la base (la base es la parte contraria a la que engancha con la rama de la tomatera), y los reservamos también. El plato lo podemos montar mañana por la mañana y dejarlo en la nevera hasta la noche. Se trata sencillamente de ensartar el tomate con un palillo, debajo colocamos un huevo al que habremos cortado la base para que se mantenga de pie. Lo colocamos sobre un plato en que habremos puesto la rúcula y encima espolvoreamos una pizca de queso en polvo. Para terminar, echamos en la base de cada seta un poco de atún o bonito en aceite y una pizca de mahonesa.

Las cazuelitas es mejor dejarlas para mañana, pero podemos dejarlas preparadas también un rato antes. Necesitaremos unos volovanes o unas cazuelitas que podemos adquirir en cualquier supermercado y las rellenamos de morcilla deshecha, poniendo el huevito de codorniz encima. Antes de servir los pasamos por el horno a 180º hasta que el huevo se cuaje, que serán unos cinco o seis minutos y acompañamos de un par de patatas fritas, que pueden perfectamente ser de bolsa.

El chupito de bloody mary lo hacemos hoy también con un botellín de zumo de tomate, una pizca de pimienta, sal, un chorrito de salsa Perrins, el zumo de medio limón y un vasito de vodka. Mezclamos todo y lo servimos en vasitos en los que habremos depositado una almeja ensartada en un palillo, que puede ser comprada y cocida, o perfectamente de lata, dejando el resto como aperitivo también.

La ensaladita en forma de árbol de Navidad la podemos dejar montada mañana por la mañana porque lleva un ratito hacerla, como las setas, pero quedan bonitas y son muy buenas para desensebar. Se trata solamente de ir colocando las hojitas de rúcula desde la base del árbol hasta arriba y luego decorarlas con bolitas rojas, que no son otra cosa más que medios tomatitos cherry. Si lo acompañamos de algunas nubes de mahonesa y unas bolitas de caviar o de huevas de cualquier pescado como lumpo, trucha, salmón… quedará mucho más vistoso y rico.



El marisco se puede elegir al gusto. Yo suelo mezclar algunas gambas rojas con langostinos, que resultan bastante económicos y están muy ricos, incluso si son congelados. También podemos poner carabineros o cigalas. La gracia es que sea marisco cocido porque lo podemos preparar con la antelación que necesitemos sabiendo que no se va a echar a perder en dos o tres días. Cocerlo muy poquito rato (40 a 50 segundos vale) y servirlo haciendo una preparación simpática con mahonesa.

Del jamón, casi que no hay mucho que explicar: lonchas muy finas y de unos siete centímetros de largo se empieza a colocar desde la parte exterior del plato hacia adentro y en el centro una lonchita en forma de rosa (ya me está llegando el aroma).

Podemos completar estos entrantes con unas colitas falsas de langosta, hechas a base de colas de rape bridadas y salmueradas con pimentón y aceite, y cocidas en leche, pero nos parece que es suficiente con lo propuesto.

La lombarda, o mejor aún el brécol, se puede cocer esta noche. La primera nos va a llevar unos 15 a 20 minutos de cocción junto con unas patatitas. El segundo nos bastará con ponerlo en agua hirviendo durante unos cinco minutos y servirlo en forma de arbolitos con mahonesa. Mañana, antes de servirlo lo metemos en el micro un par de minutos, o dejamos al fuego hasta que empiece a cocer.

Vamos con la carne:

1 lomo de cerdo
8 lonchas de jamón serrano
1 paquete de queso en lonchas
3 huevos (pueden ser 5 de codorniz)
1 cebolla
4 dientes de ajo
1 vaso de caldo de carne
1 vaso de vino de Jerez 1730 oloroso
1 cucharadita de harina de maíz
4 pimientos italianos
Aceite de oliva virgen extra
Sal
Pimentón de La Vera picante
Pimienta

En primer lugar debemos abrir el lomo cortándolo con un cuchillo bien afilado a un tercio de su grosor hasta casi llegar al final.  Desde ese punto, hacemos otro corte hacia la parte contraria y también sin llegar hasta el final de la pieza. Ahora debemos tener el lomo tres veces más grande de lo que era y también tres veces más fino. Para que quede más chulo, le damos la vuelta y dejamos la parte de abajo, arriba, y lo salpimentamos.

Ponemos los huevos a cocer en agua durante unos quince minutos para que queden duros y los dejamos que se enfríen.

Entre tanto, rellenamos el lomo poniendo las lonchas de jamón y encima las de queso hasta cubrirlo bien. Cuando los huevos estén cocidos y fríos, los pelamos, los ensartamos en una brocheta y los ponemos en la parte más cercana a nosotros sobre el lomo. Vamos enrollando con cuidado para que los huevos queden en el centro, y no sobresalga ni el jamón, ni el queso. Si sobra algo, lo cortamos.

Con hilo de cocina lo vamos atando, dando vueltas y haciendo nudos para que quede bien cerrado y lo ponemos en una sartén con aceite para que se selle. Cuando esté tostadito por todos los lados, lo reservamos.

Picamos bien la cebolla y el ajo y los ponemos en la olla rápida con un poco de aceite de oliva virgen extra. Cuando estén caídos le añadimos una cucharadita de pimentón de La Vera y el vino, y dejamos que cueza hasta que pierda buena parte del alcohol, a continuación le añadimos el caldo. Mientras se calienta, ponemos la cucharada de harina de maíz, la echamos en un casito de agua, y cuando el caldo esté hirviendo, añadimos la harina disuelta y damos vueltas hasta que tome textura. Apagamos el fuego, dejamos enfriar y pasamos la batidora. Entre tanto, ponemos las setas, que pueden ser ceps, de cardo o unos simples champiñones en una sartén con unas gotas de aceite y dejamos que suelten el agua, para añadirlos después a la salsa.

Para terminar, ponemos la carne en una fuente de horno, napamos con la salsa y lo metemos en el horno a 180º durante unos quince minutos.

Para servir, dejamos que se enfríe y cortamos en rodajas como de un centímetro. Podemos acompañarlo de unos pimientos fritos, o un stoemp de verdura, que a mí me gusta mucho para acompañar a todo tipo de carnes.



Como vemos, hasta aquí, todo lo que hemos hecho puede ser elaborado con bastante antelación. Hay comida de sobra, por lo que la idea de los catalanes de hacer unos canelones con todo lo que sobre para el día de Navidad, no deja de ser genial.
Buen provecho y FELIZ NAVIDAD.

sábado, 17 de diciembre de 2011

MÁS INVESTIGACIÓN EN LA COCINA. A VUELTAS CON LAS HORMIGUITAS CULONAS

Creo que ya he alcanzado la mayoría de edad en esto de cocinar con hormigas culonas y que, encima, el personal no se percate de lo que está comiendo, pero sí saboreando algo realmente exquisito.

Lo primero que hice fue el chutney prometido y el resultado final no fue tan grato como esperaba porque, el vinagre y el azúcar se comieron el regusto de la hormiga, el picante de la cayena se merendó también el propio regusto picantito y, para colmo, al dejarlo tanto rato en el fuego para que caramelizara, también desapareció el crujiente. En resumen: que se puede obviar el ingrediente.

Sin embargo, el miércoles vi que había en la nevera una cestita de gulas y algunas morcillas. Ambos elementos por separado son los dos productos más del agrado de mi hija. Pensé que si hacía un revueltito aderezado con unas hormiguitas, el resultado podía llegar a ser algo estupendo y me puse manos a la obra.

REVUELTO DE GULAS Y MORCILLAS DE CEBOLLA CON UVAS Y HORMIGAS CULONAS

1 morcilla de cebolla
2 dientes de ajo
4 huevos
5 hormigas culonas
400 gr de gulas del norte
12 uvas de moscatel
1 guindilla
Aceite de oliva virgen extra
Sal

En primer lugar vamos a poner la morcilla con un poco de agua a cocer para que pierda la grasa, y la dejamos enfriar. Mientras cuece, troceamos las uvas, les quitamos las pepitas y lo reservamos.

Ponemos en una sartén los ajos bien picados, las hormigas culonas machacadas, pero no deshechas, las uvas troceadas y la guindilla bien molida con un par de cucharadas de aceite y un pellizco de sal. 


De momento solo hay una hormiga machacada, pero enterita

Cuando los ajos empiecen a bailar en la sartén, añadimos las gulas y un minuto después, la morcilla picada. Cuando veamos que esté todo hecho, vertemos los huevos y removemos, primero las claras y al final las yemas, para que se revuelva todo bien.


Si ampliamos la imagen podemos apreciar a la perfección dónde están nuestras amigas

Servimos acompañando de unos cortes de pan recién horneado.

El examen final lo pasé cuando mi hija me dijo que estaba riquísimo y deshaciéndose en honores… hasta que le comenté cuál era el ingrediente que le aportaba el crujientito. Exclamó: ¡Qué asco!, pero después añadió: estaban ricas.

sábado, 10 de diciembre de 2011

LA INVESTIGACIÓN EN LA COCINA: HORMIGAS CULONAS

Hace unos días, regresó de Colombia mi amiga Marlene. Marlene es la esposa de Manolo Morillo, otro enamorado de la cocina como yo, y a quien había encargado que me trajera una bolsita de hormigas culonas porque, si bien es cierto que las probé de puro milagro, no es menos cierto que me enamoré de ellas casi en el acto. Lo de probarlas de puro milagro se debió a que si las veo antes de probarlas, no lo hago ni harto de grifa y, sin embargo, ya veis…

 Se comprende mi reticencia inicial, ¿no? Son bastante feas.

La cuestión es que me apetecía investigar un poco con ellas y captar su capacidad culinaria, porque me resistía a creer que, algo tan exquisito, solamente se pudiera consumir como si fuera un snack para acompañar la cerveza o el vinito.

Desde que nació Internet, resulta muy sencillo averiguar si alguien ha probado a guisar las hormigas de alguna manera diferente y lo único que he descubierto es que William López Flores, Chef del restaurante Baby Ribs de Bucaramanga, un pueblo de Santander en Colombia, y precisamente la cuna de estos insectos, había ganado un prestigioso premio de cocina gracias a una salsa realizada con ellos, como se muestra en este video:  http://www.senalcolombia.tv/component/programas/?view=micrositio&id_capitulo=370 (Una vez en la página, hay que pinchar en la pestaña que dice video paso a paso)

Si se pueden moler y cocinar con mantequilla y vino, entonces es que sí se puede hacer un buen montón de platos con estas hormigas, así que nos pusimos manos a la obra:

La textura de la hormiga en la boca es crujiente y su sabor similar al de algún marisco tostado, con pinceladas a maíz frito, es decir, a kikos. El retrogusto deja unos matices picantes, lo cual le confiere una capacidad especial para mezclarla con pimientos o quesos. Y esta fue nuestra primera prueba. Un trocito de queso con una hormiga, resultó ser un bocado exquisito.


La siguiente prueba fue elaborar un canapé con un rollito de pimiento rojo asado con una hormiga en su interior. En este caso, el sabor era excelente, pero la textura crujiente de la hormiga, se perdió en el otro crujiente, más potente del pan, así que probamos el rollito sin pan, y resultó también exquisito.

 Primero se corta una tirita de pimiento
 En segundo lugar incorporamos la hormiga y enrollamos

Y esto que asoma es nuestra querida amiguita

Las hemos probado así mismo con miel y el resultado ha sido excelente. Y este es solamente el principio, porque ahora que ya sabemos que este producto admite el poder ser cocinado, el siguiente paso va a ser incorporarlas molidas a una salsa chutney, a la que también enriqueceremos con unas hierbas aromáticas como romero o tomillo, pero esto ya será para otra entrada. 

De momento, buen provecho.

martes, 6 de diciembre de 2011

EL TIEMPO PERDIDO

Escribo esta entrada desde una preciosa habitación del hotel El Tiempo Perdido, situado en Patones de Arriba, un pueblo increíble de la llamada Sierra Pobre de Madrid,  sentado frente a Duna, mi perrita, que se ha apostado junto al ventanal, y lleva ahí desde que llegamos ayer, como si en ese lugar se sintiera dentro de la naturaleza pero bien acompañada por mí, que soy, a fin de cuentas, quien le da de comer y le da todo el cariño que se merece.



Anoche disfruté de un gin-tonic casi perfecto, a no ser porque al camarero se le pasó un poco la mano con la ginebra y acabé algo beodo. También disfruté como un niño con unos huevos fritos sobre un millón de patatas fritas y un exquisito chorizo casero elaborado en El Poleo que, no es que sea el restaurante del hotel, sino más bien lo contrario, porque el hotel nació a expensas del restaurante y… qué bien, poder comer y beber hasta hartar, sabiendo que puedes descansar después en un lugar tan acogedor y bonito… Perfecto.

Todo esto lo regenta Paco Bello, un ser especial, porque Paco es como ese hermano que todos queremos tener: sublime en su trabajo, acogedor, simpático y cabreón cuando se le tuercen los cables, como todo el mundo.

Le he invitado a mi blog y espero con ahínco que me envíe alguna de sus sofisticadas recetas, como la de su lomo de ciervo con puré de castañas, o la del rabo de toro a la cordobesa, porque él es de Córdoba, aunque ande por aquí perdido en un pueblo al que ni los franceses dieron con él cuando invadieron España. Cualquier receta será bienvenida: alguna de las “mariconadas” que elabora, como él mismo dice, o la de esos huevos fritos que cené anoche, y que gracias a su generosidad voy a poder repetir uno de estos días en mi propia casa.

Intuyo que el nombre del hotel viene dado por las características del propio pueblo, perdido en la sierra y en el tiempo, y recuperado por mor de un francés que, siglo y medio más tarde, sí que lo descubrió y, de hecho, se enamoró de él: François H. Fournier… curiosidades del destino. Pero el nombre de por sí es demasiado sugerente porque, cuánto tiempo hemos perdido todos los humanos haciendo cosas que nos desagradan, y que nos generan un estrés del que es casi imposible salir.



En alguna ocasión he dicho que cuando uno asiste a la consulta de un psicólogo se siente bien, pero que es tan beneficioso, o incluso más, acudir a un restaurante y comer alguna de sus especialidades porque, mientras disfrutamos de ello, nos olvidamos de todos nuestros conflictos. Pues bien, una noche en el hotel El Tiempo Perdido después de haber cenado en El Poleo, es bastante más enriquecedor todavía. Y cuando al despertar, te asomas al ventanal y ves miles de aves que solamente has visto en las ilustraciones de los libros, el valle, los montes, las casas de pizarra con sus tejas de barro cocido… 



Por cierto, que se me ha olvidado comentar que, mientras los demás comensales degustaban las magníficas recetas de la carta de Paco, no dejaban de mirar de reojo a este, que ya va para anciano y a lo mejor por eso sabe más que por diablo, comerse sus huevos fritos con patatas y chorizo.