martes, 6 de diciembre de 2011

EL TIEMPO PERDIDO

Escribo esta entrada desde una preciosa habitación del hotel El Tiempo Perdido, situado en Patones de Arriba, un pueblo increíble de la llamada Sierra Pobre de Madrid,  sentado frente a Duna, mi perrita, que se ha apostado junto al ventanal, y lleva ahí desde que llegamos ayer, como si en ese lugar se sintiera dentro de la naturaleza pero bien acompañada por mí, que soy, a fin de cuentas, quien le da de comer y le da todo el cariño que se merece.



Anoche disfruté de un gin-tonic casi perfecto, a no ser porque al camarero se le pasó un poco la mano con la ginebra y acabé algo beodo. También disfruté como un niño con unos huevos fritos sobre un millón de patatas fritas y un exquisito chorizo casero elaborado en El Poleo que, no es que sea el restaurante del hotel, sino más bien lo contrario, porque el hotel nació a expensas del restaurante y… qué bien, poder comer y beber hasta hartar, sabiendo que puedes descansar después en un lugar tan acogedor y bonito… Perfecto.

Todo esto lo regenta Paco Bello, un ser especial, porque Paco es como ese hermano que todos queremos tener: sublime en su trabajo, acogedor, simpático y cabreón cuando se le tuercen los cables, como todo el mundo.

Le he invitado a mi blog y espero con ahínco que me envíe alguna de sus sofisticadas recetas, como la de su lomo de ciervo con puré de castañas, o la del rabo de toro a la cordobesa, porque él es de Córdoba, aunque ande por aquí perdido en un pueblo al que ni los franceses dieron con él cuando invadieron España. Cualquier receta será bienvenida: alguna de las “mariconadas” que elabora, como él mismo dice, o la de esos huevos fritos que cené anoche, y que gracias a su generosidad voy a poder repetir uno de estos días en mi propia casa.

Intuyo que el nombre del hotel viene dado por las características del propio pueblo, perdido en la sierra y en el tiempo, y recuperado por mor de un francés que, siglo y medio más tarde, sí que lo descubrió y, de hecho, se enamoró de él: François H. Fournier… curiosidades del destino. Pero el nombre de por sí es demasiado sugerente porque, cuánto tiempo hemos perdido todos los humanos haciendo cosas que nos desagradan, y que nos generan un estrés del que es casi imposible salir.



En alguna ocasión he dicho que cuando uno asiste a la consulta de un psicólogo se siente bien, pero que es tan beneficioso, o incluso más, acudir a un restaurante y comer alguna de sus especialidades porque, mientras disfrutamos de ello, nos olvidamos de todos nuestros conflictos. Pues bien, una noche en el hotel El Tiempo Perdido después de haber cenado en El Poleo, es bastante más enriquecedor todavía. Y cuando al despertar, te asomas al ventanal y ves miles de aves que solamente has visto en las ilustraciones de los libros, el valle, los montes, las casas de pizarra con sus tejas de barro cocido… 



Por cierto, que se me ha olvidado comentar que, mientras los demás comensales degustaban las magníficas recetas de la carta de Paco, no dejaban de mirar de reojo a este, que ya va para anciano y a lo mejor por eso sabe más que por diablo, comerse sus huevos fritos con patatas y chorizo.

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