miércoles, 28 de diciembre de 2011

LA CONDUCTA SUPERSTICIOSA: NOCHEVIEJA RELAJANTE

La conducta supersticiosa es algo que ha sucedido en los humanos desde tiempos remotos. Sin embargo, está más que demostrado que las creencias y pareceres son algo innato en la conducta humana y pueden resultar algo beneficioso o maléfico, en función de cómo las vivamos.

Por ejemplo, es un hecho aceptado por todo el mundo que la cena de Nochebuena es para pasarla con la familia. Sin embargo, parece que Fin de Año es algo así como más a lo loco: Amigos, familia… Pues yo he decidido pasarla solo, frente al mar.  Esto no quiere decir que me vaya a privar de nada, sino que quiero pegarle un buen avanzón a mi nuevo libro y aquí, con la única compañía de mi perrita, Duna, puedo sacarle mucho mayor partido al tiempo y, de paso, investigar un poco entre los fogones.

Casi sin querer, me he dado cuenta de que este 2011 está agonizando y quiero darle la bienvenida como se merece al nuevo 2012… por si acaso. Y creo que este “por si acaso” requiere una explicación:

Todos los años acabados en 2 me han traído cosas buenas, malas, o al menos, cosas para recordar. Así, mis primeros recuerdos llegaron en 1962. Es como si antes de ese año no hubiera nacido, pero de ese año empecé a recordar muchas cosas. En especial, acontecimientos extraños acaecidos a partir del mes de octubre, como la canción Love me do, de los Beatles, el Concilio Ecuménico Vaticano II promovido por el Papa Juan XXIII, el bloqueo de Kennedy a Cuba… ya ves qué recuerdos para un niño tan pequeño, y eso por no mencionar recuerdos más cercanos y familiares.

1972 fue un año especial: bisiesto, acabado en 2 y no sé si muy duro o muy bueno, depende de cómo se mire. Fue muy, pero que muy duro porque en marzo de este 1972 falleció mi padre cuando yo contaba solamente catorce años de edad. Pero si tenemos en cuenta que este acontecimiento me sirvió para cambiar por completo mi forma de ver la vida, de dejar de ser un niño y de convertirme en algo parecido a lo que sigo siendo a día de hoy, creo que no fue tan malo del todo. Quizá me tocó madurar demasiado pronto, pero no estuvo mal.

Vamos a 1982. Aquel año contraje matrimonio y viajé por primera vez a Egipto. ¿Alguien podría olvidar acontecimientos como estos?...

Y vamos a 1992, el segundo año bisiesto de mi vida que acababa en 2. Me ha costado mucho tiempo darme cuenta, pero he descubierto que cada veinte años, pasa. Este año publiqué mi primer libro titulado “Cómo potenciar las capacidades de nuestro hijo recién nacido”. Mi maestro, Álvaro Aguirre de Cárcer me regaló el prólogo el día de mi cumpleaños y el libro apareció en octubre, como este último que acabo de publicar… siempre octubre. Pero un par de meses antes pasó algo negativo que más adelante relataré.

2002 fue el año que todos cambiamos nuestras estructuras monetarias. Matamos a nuestra querida Peseta y comenzamos a pagar y a cobrar en Euros y, de paso, empezamos a ver cómo nuestra capacidad adquisitiva se empezaba a empobrecer porque todo lo que costaba 20 duros, es decir, 100 pesetas, pasaba a valer 1 euro, o sea, 166,386 pesetas, sin que esto repercutiera en beneficio de nuestro sueldo. 

2011 no ha estado mal porque he publicado mi último libro y en el terreno personal, aparte de la crisis, no me ha ido mal del todo pero, ¿qué me pasará en 2012? Es bisiesto, acaba en 2… Mi madre, mujer supersticiosa donde las hubiere, temía a los años bisiestos como si estuvieran apestados, y no es de extrañar, porque en 1972 perdió a su marido, en 1992, que fue cuando publiqué mi primera obra, le descubrieron un grave problema en el hígado, y en 1996, también bisiesto, falleció por su culpa.

Skinner demostró que la conducta supersticiosa es algo enfermizo y sin razón lógica alguna, pero cualquiera le metía eso en la cabeza a mi madre y, quizá por aprendizaje vicario, siempre nos queda algún resquemor por las enseñanzas de Doña Bienve, que así se llamaba.

No sé muy bien por qué, pero estoy convencido de que este año que nace dentro de unos días va a ser maravilloso, aunque seguramente tenga alguna contraprestación, como todos los santos bisiestos acabados en 2 y, por eso, voy a preparar una cena especial para el día 31, y una comida no menos especial para el día siguiente que, además, celebro mi onomástica.

A pesar del tema de las supersticiones, no tengo muy claro que vaya a tomar las 12 uvas y menos que estas, si por casualidad me las comiere, lo hiciere a las 12 horas, entre otras cosas, porque me imagino que media hora antes estaré dormido, como todos los días, que es la forma más feliz de pasar el tránsito de un año a otro. No pienso comprar uvas porque, si se diera el caso, las comería en forma líquida, es decir, me las bebería. Pero antes de eso, sí voy a preparar una cena, digamos que exquisita y, esta vez, fuera de miserias.


He comprado unas angulas de Aguinaga y van a caer como entrante. El precio de las angulas oscila entre los 800,00€ y los 1200,00€, pero también se pueden conseguir congeladas a un precio muy inferior y sin que pierdan ninguna de sus cualidades, así que me he acercado al vivero del Mareny de Barraquetes y he comprado 100 gr. por 35,00€.


Un amigo pescador me ha regalado un bogavante de la bahía que es bastante hermoso, al menos para una sola persona, así que lo haremos cocido para poder comer también un poquito el día 1.

Ayer vi una paletilla de lechazo de cordero, que se me antojó un lujo para cualquier mesa. Pesa algo más de 1Kg. Pero ya se sabe que estas cosas, una vez asadas y deshuesadas, se quedan en eso, una cena y una picada para el día siguiente. Además, los huesos son una delicatesen para Dunita, que la pobre también tiene derecho a celebrarlo.


Y no me pienso machacar demasiado en la elaboración de estas viandas, porque las angulitas me las freiré en una cazuela de barro con bien de aceite de oliva virgen extra, y con una pizca de sal, ajito y una guindilla fresca del arbolito van a estar para chuparse los dedos. Para Año Nuevo me dejaré unas poquitas y las volveré a freír con un par de huevos de corral.

En cocer el bogavante no pienso tardar más de cinco minutos y entre tanto, albardaré la paletilla con unas hierbas del monte, sal y pimienta para meterla al horno regada con una mezcla de mistela y agua de nuestro querido Ayuntamiento.

De postre tampoco voy a elaborar nada especial porque he descubierto que en Consum venden un Panetone de chocolate que nada tiene que envidiar al italiano casero, así que ya lo tengo por aquí y lo he andado un poquito. Seguramente, para Nochevieja, tendré que comprar otro, porque este ya estará vencido en mi estómago, claro está.


Para acompañar esta cenita tan sutil y a la vez tan sencilla, he seleccionado un vino tinto que se me antoja un maridaje perfecto tanto para el marisco, como para la carne. Se trata de un Pintia de la D.O. Toro, que aúna las bondades del Vega Sicilia, que es algo así como su padre, o su abuelo, con el hecho de ser un caldo más joven y por lo tanto consumible a una temperatura de unos 15 a 16 grados para el marisco, y a unos 18 a 20 para la carne, cuando ya esté más oxigenado. Este vino se cultiva en un bello pueblo de Valladalid denominado San Román de Hornija, pero que está muy cerquita de la Provincia de Zamora… Es muy probable que no llegue a Año Nuevo.

En cuanto a los espumosos, yo no soy nada partidario de ellos: ni de los vinos de aguja, ni de los cavas, ni tampoco, de los champanes. Sin embargo, en la misma tienda donde adquirí el vino, tenían unos botellines de Benjamín Möet & Chandon Imperial y me pareció que debía acompañarme al menos uno por si acaso llego a pasar el tránsito despierto y he de brindar por mis cojones, que son los que más alegrías me han aportado, en especial, los dos años bisiestos que he vivido acabados en 2.

Yo creo que el día de mi santo andaré algo empachado con la cena de la noche anterior, así que, es muy probable que, con las sobras tenga más que suficiente, pero sí me gustaría acompañarlas con unas gambas rojas de Denia, o de El Faro de Cullera, según se mire, y una salsita mahonesa casera.

Buen provecho y que lo mejor de 2011 sea lo peor que os ocurra en 2012, de todo corazón.

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