El sábado anduve rebuscando
por la nevera para ver si había arreglo suficiente para hacer una fideuá, pero
me encontré unas piezas de cordero cortadas, así como para hacer una caldereta.
Mi endiablada mente, enseguida se puso a maquinar y definitivamente, la fideuá
podía pasar al lunes, que también es fiesta. Le pregunté a Gloria si tenía
algún fin específico, por si acaso, pero no. La idea era claramente la de la
caldereta.
Ni corto, ni perezoso, me
enfrasqué en mi receta, porque, así como la fideuá hay que hacerla en el
momento de comerla, esta delicia está mucho más rica de un día para otro, o
incluso para más, si es que llega a sobrar algo.
Esta receta se la vi
hacer a Pepe, el antiguo chef del hotel, igual que la de los gazpachos
manchegos, y es que para los platos de tierra adentro, este hombre es único y
los borda. Y, lo cierto es que no es para calentarse mucho la cabeza, porque es
de lo más sencillo.
1 Kg. de cordero cortado
en trozos medianos
1 cebolla
1 pimiento rojo
1 pimiento verde
2 cucharadas de tomate
tamizado.
3 dientes de ajo
1 bote de zanahorias y
guisantes
1 vaso de vino blanco de
Rueda
2 vasos de caldo de hueso
de jamón
Harina
Aceite de oliva virgen
extra
Pimentón de La Vera dulce
y picante
Sal
En primer lugar, vamos a
enharinar el cordero poniendo un par de cucharadas de harina en una bolsa de
plástico con el cordero dentro y agitando para que se impregnen todas las
piezas. Previamente, lo habremos salpimentado.
Ponemos el cordero en una
sartén con un par de cucharadas de aceite bien caliente para que selle, sacamos
y reservamos.
Picamos la cebolla fina y
los pimientos en tiras pequeñas y los echamos en la sartén con un par de
cucharadas más de aceite. También echamos los tres dientes de ajo enteros y en
camisa, dejando que se poche todo a fuego lento. Tampoco es mala idea añadir unas setas, pero yo no lo hice.
Cuando veamos que ya está
la verdura blandita, añadimos una cucharadita pequeña de pimentón picante y
otra más grande del dulce, dejamos que sofría un poco y añadimos el tomate,
revolviendo bien para que no se queme el pimentón. Cuando veamos que el tomate
ha perdido el agua, añadimos el vaso de vino y subimos el fuego para que vaya
perdiendo el alcohol, aunque no va a importar demasiado, porque la cocción va a
ser larga y se va a evaporar.
Añadimos la carne que
teníamos reservada y cubrimos con el caldo. Yo había preparado una cantidad
generosa de caldo con un par de huesos de jamón y unos puerros para hacer unos
caracoles de aperitivo, pero puede sustituirse por agua normal y corriente.
Cuando veamos que empieza
a hervir, bajamos el fuego al mínimo, añadimos la lata con las zanahorias y los
guisantes, tapamos y dejamos que cueza chopchopeando durante dos horas y media,
hasta que veamos que la carne se desprende de los huesos sin dificultad.
La salsa debe quedar
ligadita, para lo que va a ayudar el haber enharinado el cordero y el haber
dejado que el tomate perdiera toda su agua.
En mi caso lo acompañé de
patatas fritas, que se me antoja la mejor compañía y después de dar buena
cuenta de unos cuantos caracoles, nos lo comimos con bien de pan recientito.