A menos de una semana para el
regreso, ha llegado el momento de ir sacando todo el fondo de la nevera, donde
aún hay una cebolla, un par de huevos, un poquito de arroz caldoso que me hice
ayer para comer, un lomito de atún y unas cuantas alitas de pollo. En cuanto a
las bebidas, hay cervezas, un culín de vino y limonada. También quedan unas
pocas patatas fritas en aceite de oliva.
Entiendo que no es mucho para
elaborar un menú de alta alcurnia, pero es que, en ocasiones, algo tan simple
como unas alitas al ajillo, son un manjar.
En mi memoria gustativa, puedo
reproducir con cierta presteza, un conejo al ajillo que nos preparó en cierta
ocasión y hace ya bastantes años, Mari, la esposa de Mingo, un gran amigo de mi
cuñado Nacho. Yo acudí fundamentalmente porque había oído hablar de las
bondades de ese conejo al ajillo.
Andábamos viendo un partido del
Real Madrid, pero yo no paraba de mirar de reojo cómo lo hacía y, naturalmente,
me quedé con la receta, porque estaba celestial. Y, lo curioso es que es de una
sencillez increíble.
Lo he repetido muchas veces, pero
nunca con pollo, aunque no debe de haber grandes diferencias, así que he aprovechado
las alitas de pollo para replicar esta magnífica receta.
3 alitas de pollo de corral
4 dientes de ajo
½ vaso de vino (el que había en la nevera era un rosado de Navarra)
AOVE
Sal y
pimienta
En una sartén
echamos bastante AOVE porque el sobrante lo vamos a reutilizar para otras
preparaciones. Cortamos los ajos en rodajas y los echamos en el aceite a fuego
medio-bajo. Una vez que estén dorados los retiramos y reservamos.
Cortamos las
alitas en piezas, las salpimentamos y las ponemos en el aceite de freír los
ajos, esta vez a fuego medio-alto, hasta que queden bien doraditas dándoles
vueltas para que se hagan por todas partes por igual. Las retiramos y
reservamos también.
Quitamos el
aceite de la sartén hasta que no quede prácticamente nada y, como antes decía,
lo reservamos para hacer alguna otra fritura. Ponemos los ajos, las alitas y el
medio vaso de vino y lo ponemos a fuego bajo dejándolo sin parar de dar vueltas
a las alitas para que se impregnen bien del vino y lo dejamos hasta que se haya
reducido por completo.
En el aceite de la fritura podemos elaborar unas patatas fritas de guarnición, pero yo gasté las que quedaban en la bolsa.