Hay una especialidad culinaria que podríamos
situar entre la cocina y el bar. No hablo de los pinchos o tapas, que también lo
son aunque mucho más cercanos a la cocina que al bar, sino de la coctelería.
Juan Mari Arzak, que tiene por costumbre
asombrarnos con sus creaciones, lo consiguió una vez más al presentar unos
chupitos de bloody mary con gelatina de berberechos. El bloody mary es un
cóctel que contiene zumo de tomate, el zumo de un limón, salsa perrins, una
pizca de pimienta, unas gotas de tabasco y vodka. El origen de este cóctel se
remonta a la década de los años veinte del siglo pasado, pero eso de mezclarlo
con berberechos le da un toque muy especial que solamente se le habría ocurrido
a un genio como nuestro maestro de chefs.
A mí, particularmente, el coctel que más me
entusiasma es el gin-tonic, y no suelo dejar pasar una sola tarde sin disfrutar
de uno, lo más dignamente preparado y consumido que puedo lograr. Llevo muchos
años haciéndolo y me sorprendí cuando hace unos diez, Karlos Arguiñano, lo
aconsejaba como algo celestial, en especial tal y como yo acostumbro a
consumirlo, que es al caer la tarde, en una terraza y a ser posible frente al
mar. Más aún me sorprendió cuando el gran maestro de maestros, Ferrán Adriá,
anunciaba que él también tenía la misma costumbre, aunque él daba marcas de
ginebra y tónica y estas no se asemejaban para nada a la mezcla que yo
acostumbraba a consumir, así que si él lo decía, sería por algo y, me decidí a
probarlo. Hoy en día está de moda y todo el mundo se jacta de tomar gin-tonics.
La ginebra aconsejada por Ferrán Adriá no era
otra que la Hendricks. Pedí uno en un restaurante y me lo sirvieron acompañado
de una rodaja de pepino, lo cual me resultó extraño, porque yo estaba
acostumbrado a retirar la rodaja de limón, no la de pepino, aunque cualquier
submarino en mi gin-tonic, hace tiempo que me resulta abominable.
El producto era caro, pero sorprendentemente
rico, así que pensé que si lo consumía en casa, el ahorro sería considerable y,
ni corto ni perezoso, adquirí una botella de aquel elixir.
Amarrado al cuello de la botella venía un
pequeño tríptico en el que había escrita una explicación que me resultó
ingeniosa y al final también aparecía la dirección de una página WEB. Entré en
ella y aquello era una especie de locura genial donde, entre otras muchas
cosas, explicaban recetas para elaborar cócteles y otros bebedizos cuya base
era la ginebra de su marca. También había una dirección de correo a la que uno
se puede dirigir para recibir más información acerca de las novedades
introducidas. Como es natural, escribí y me hice socio de esa especie de club
de locura.
Desde entonces recibo, de vez en cuando,
invitaciones para asistir a presentaciones de la marca y son como la propia
página WEB: una locura. Es como adentrarse en el espejo de Alicia en el país de
las maravillas con la ventaja de que suelen invitarte a degustar sus gin-tonics
y algún cóctel sorprendente. En una de estas presentaciones nos invitaron a
probar un cóctel de pétalos de rosas que, efectivamente, sabía a rosas.
Antes de abandonar aquel Edén, y con toda la
curiosidad del mundo, pregunté qué llevaba ese cóctel, y lejos de negarse a
darme la receta, me invitaron a presenciar cómo lo hacían.
100 gr. de
pétalos de rosa
50 cl, de zumo de
limón
50 gr. de azúcar
1 vasito de ginebra
Hendricks
Hielo
Se mete todo
junto en el vaso batidor y se mezcla hasta que tome el aspecto de un helado. Se
sirve en una copa de cóctel con pajita y toda la ceremonia que deseemos,
incluida la sombrillita y un pétalo de rosa para terminar la decoración.
Es realmente
delicioso.