sábado, 7 de julio de 2012

CARACOLES A LA HIERBABUENA

Los caracoles, o helícidos, son uno de esos productos culinarios que requieren un acto de fe, porque siendo repugnantes en su vida civil,  sin embargo, resultan exquisitos en el plato, y es difícil explicar esto a alguien que no los haya probado nunca.


Hay que reconocer que las hormigas culonas colombianas son tremendamente  feas, o que hay que echarle deseo para probar los chapulines mexicanos. Pero es que los caracoles, pobrecitos míos, no se quedan cortos: son arrastrados, cornudos, babosos y hermafroditas… Total nada. Sin embargo, yo me confieso amante de esta especie, en especial de la raza denominada baquetas, o si se prefiere, “Iberus gualterianus alonensis” que es su nombre técnico y, dependiendo del lugar geográfico que nos encontremos, también adquieren el nombre de vaqueta y caracol blanco. Me gustan a la andaluza, a la madrileña, a la cordobesa, en fin, creo que de todas maneras menos crudos, aunque no lo sé, porque nunca los he probado así, ni creo que lo haga.



No vamos a entrar en las magníficas propiedades de la baba de caracol, cuyo uso se ha puesto de moda entre los fabricantes de cosméticos, pero sí conviene saber que su carne es una fuente inigualable de proteínas, las cuales contienen el 98% de los aminoácidos esenciales para los humanos. Además, aportan vitaminas y minerales, con tan escaso contenido en grasa, que los hacen perfectos.

Esta receta es una fusión entre la que me dio mi amigo Pepe, chef jubilado del Hotel Sicania, y lo que yo creo que deben llevar para estar aún más exquisitos.

400 gr. de caracoles
1 punta de jamón
1 cebolla
3 dientes de ajo
1 guindilla cayena
1 vasito de ron
1 buen vaso de caldo de cocido
2 cucharadas de tomate natural triturado
2 ramas de hierbabuena
Aceite de oliva virgen extra
Pimentón picante de La Vera
Sal.

Lo primero que haremos será el caldo de cocido, si es que no lo tenemos hecho, para lo cual necesitaremos un hueso de jamón, si es ibérico, mejor, 1 cebolla, 1 zanahoria y unos trozos de gallina. Sólo hay que poner todo en una cazuela y dejarlo cocer, cuanto más rato, mejor.

En cuanto a los caracoles, vamos a utilizarlos pre-cocidos de los que venden en el “super”, porque si los cogemos del campo, el paso previo sería ponerlos una semanita con harina y romero para que se purguen, echarlos en agua del tiempo para engañarlos y meterlos una buena cocción cuando asomen el cuerpo de la concha.

Y vamos con la salsa: picamos bien la cebolla y los ajos y los ponemos en aceite suave hasta que queden casi confitados. Le añadimos el pimentón y después de revolver, subimos el fuego y ponemos el tomate. Dejamos que se haga un poquito y le echamos el vasito de ron, dejando que vaya perdiendo el alcohol durante unos minutos. A continuación ponemos la hierbabuena bien picadita, guindilla troceada y el caldo.

Mientras se va haciendo, troceamos el jamón en cubitos pequeños y los ponemos en una sartén para que se frían un poco, y los añadimos al resto del guiso.

Si los caracoles son pre-cocidos, los lavamos bien con ayuda del colador de patas y los echamos sobre la salsa, dejándolos cocer unos quince o veinte minutos a fuego lento.


Y ya podemos partir unos buenos trozos de pan para mojar en la salsita y coger unos palillos para sacar la carne de los caracoles. Un buen vasito de vino de Toro, o de La Ribera, o de Rioja, o de donde mejor nos pete, van a ser un acompañamiento ideal para este aperitivo. 



1 comentario:

  1. Tienes toda la razón, son unos bichos feos, babosillos y arrastraos, pero lo buenísimos que están, así cocinados, con su salsita, para chupetearse los dedos, qué buena cazuelita!!!

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