En el Eroski de la calle Cerro de la
Carrasqueta de Madrid, el personal es un encanto, empezando por el encargado de
la pescadería, que por cierto es magnífica, y acabando por cualquiera de los
reponedores. Digo esto porque hoy he ido a comprar pienso para Dunita y se me
ha antojado una pieza de carne gallega, cuyo aspecto era conmovedor, y una
botella de vodka para hacer unos chupitos de bloody mary con berberechos,
porque tenía antojo.
Al salir, la cajera, cuyo nombre desconozco,
pero espero que por poco tiempo porque es, sin lugar a duda, el mayor de los
encantos de este comercio, me ha preguntado, al yo decirle que iba a hacer de
cocinillas, qué plato pensaba elaborar con el vodka.
Como quiera que mi jornada laboral ya había
terminado, y la suya se encontraba un poco de capa caída en ese momento, hemos
intercambiado alguna receta. Yo le he dicho que soy el autor de “La Psicología
en la Cocina” y que podía encontrar unas cuantas recetas en este blog, por lo
que espero su visita y, de paso, que me ponga su nombre.
Así que he pensado que una buena receta para
hoy, que hace un frío que pela, es la del bloody mary con berberechos, que como
es casi habitual, no es mía, sino de Juan Mari Arzak, el cual, según su propia
declaración, la obtuvo de un amigo suyo canadiense.
1 botellín de
zumo de tomate
El zumo de una
lima o de medio limón
1 vasito de vodka
Un chorrito de
salsa Perrins
Tres gotas de
salsa de chile
Una lata de
berberechos.
Sal
Pimienta al gusto
La receta original
de Arzak pedía hacer una gelatina con el jugo de los berberechos, pero como hay
a quien esa textura no le gusta, hemos decidido poner los berberechos en una
banderilla sin más, como al parecer, era la receta original canadiense.
Yo suelo
sustituir el botellín de zumo de tomate por un bote de tomate tamizado de
Consumer, también de la cadena de Eroski, pero me coge lejos en Madrid. Un poco
rebajado con agua da un resultado inigualable.
Lo único que hay
que hacer es ir mezclando los ingredientes al gusto y al final, añadirle la
banderilla de berberechos que, dependiendo del tamaño, pueden ser uno, dos, o
hasta tres.
Como entrante,
junto con unas rodajitas de jamón ibérico, algo de lomo y cualquier cosa que se
nos ocurra, o encontremos en la despensa, es algo impresionante.
Espero que esta
cajera cuyo nombre aún desconozco se anime a probar esta delicia. Yo, por mi
parte, estoy dándole vueltas a esos champiñones rellenos de gambas y gulas.
Seguro que le daremos un toque psicológico especial.