En diversas
ocasiones he hablado de las bondades de bajar al mercado, aunque solamente
sea para saludar a los mercaderes y
revisar los productos de temporada. Pues bien, el viernes pasado llevé la moto
a la revisión y me regalaron una hora para hacer lo que se me antojara mientras
la ponían en condiciones y, dado que muy cerca había una de las denominadas
grandes superficies, me fui dando un paseo relajante.
Los hipermercados
no suelen ser de mi agrado, entre otras cosas, porque el trato es bastante
impersonal y los productos no tan frescos como los que te ofrece tu tendero
habitual, pero me presenté allí con el ánimo de dar un buen paseo más que por
otra razón, y lo malo es que siempre compro algo que no me hace falta para
nada.
En este caso, no
sé si era absolutamente necesaria, pero me enamoré de una bolsa de caracoles
valencianos precocidos del género “Iberus gualterianos alonensis” o “baquetas”,
que tenían un aspecto soberbio y venían un montón.
Esa misma tarde
me puse manos a la obra y los preparé conforme a la receta que aparece en este
mismo blog, dejando casi la mitad en la nevera para hacer la comida de hoy: un
arroz con pollo, caracoles y alcachofas, lo que en muchos sitios llaman una
paella valenciana, pero como tenía su trampa, me ha parecido interesantísimo
compartirla con mis lectores. La trampa en cuestión es que en lugar de utilizar
tomate triturado, he utilizado la salsa sobrante de los caracoles de ayer, con
su cebollita, su ajito, sus taquitos de jamón ibérico y, por supuesto, su
hierbabuena.
2 puñados de
arroz bomba por persona
1 bote de
corazones de alcachofas
4 contramuslos de
pollo
1 docena y media
de caracoles
500 Cl de caldo
de hueso de jamón y verduras (el que hice para los caracoles)
La salsa sobrante
de los caracoles
Pimentón de La
Vera dulce
Un ramito de
romero
Azafrán
Aceite de oliva
virgen extra
Sal
En primer lugar,
cortamos los contramuslos en cuatro piezas y los freímos en la paella con un
buen chorro de aceite de oliva bien caliente y un puñadito de sal, y cuando
estén bien doraditos, añadimos los caracoles y los sofreímos durante un par de
minutos con otra pizca de sal.
Mientras se va
haciendo lo anterior, cortamos las alcachofas en láminas y las añadimos a la
paella con otra pizca de sal. Bajamos el fuego y echamos el pimentón dulce al
gusto, aunque este tipo de arroces agradecen un poco de exageración, tanto de
sal como de pimentón. Removemos bien y añadimos la salsa de los caracoles sin
parar de remover.
Echamos el caldo
y esperamos a que cueza. Mientras tanto, hacemos una infusión con la rama de
romero y, cuando veamos (y olamos) que ya está la infusión preparada la
añadimos al caldo.
Tan pronto como
empiece a cocer, echamos unas hebras de azafrán, que podemos complementar con
un poco de colorante alimentario, aunque no es necesario, pero eso también va
en gustos, en este caso visuales. Y ya podemos apagar el fuego y esperar a que
llegue más o menos media hora antes de la hora prevista de servir.
Llegado ese
momento ponemos la paella a fuego fuerte y cuando rompa a hervir añadimos el
arroz, removemos por la parte de abajo para que asiente bien en toda la
superficie de la paella y a esperar. Mi consejo es que una vez que haya quedado
sin caldo, dejemos que el fuego continúe su acción para conseguir que la parte
de abajo se “socarre” un poco, porque ese “socarraet” es algo absolutamente
delicioso.
Mientras
esperamos, podemos poner un paño de cocina sobre la encimera y lo humedecemos
con agua para dejar ahí la paella una vez que termine su cocción.
Y aquí está el
resultado.