domingo, 1 de junio de 2014

ARROZ DE POLLO, CARACOLES Y ALCACHOFAS


En diversas ocasiones he hablado de las bondades de bajar al mercado, aunque solamente sea  para saludar a los mercaderes y revisar los productos de temporada. Pues bien, el viernes pasado llevé la moto a la revisión y me regalaron una hora para hacer lo que se me antojara mientras la ponían en condiciones y, dado que muy cerca había una de las denominadas grandes superficies, me fui dando un paseo relajante.

Los hipermercados no suelen ser de mi agrado, entre otras cosas, porque el trato es bastante impersonal y los productos no tan frescos como los que te ofrece tu tendero habitual, pero me presenté allí con el ánimo de dar un buen paseo más que por otra razón, y lo malo es que siempre compro algo que no me hace falta para nada. 

En este caso, no sé si era absolutamente necesaria, pero me enamoré de una bolsa de caracoles valencianos precocidos del género “Iberus gualterianos alonensis” o “baquetas”, que tenían un aspecto soberbio y venían un montón.

Esa misma tarde me puse manos a la obra y los preparé conforme a la receta que aparece en este mismo blog, dejando casi la mitad en la nevera para hacer la comida de hoy: un arroz con pollo, caracoles y alcachofas, lo que en muchos sitios llaman una paella valenciana, pero como tenía su trampa, me ha parecido interesantísimo compartirla con mis lectores. La trampa en cuestión es que en lugar de utilizar tomate triturado, he utilizado la salsa sobrante de los caracoles de ayer, con su cebollita, su ajito, sus taquitos de jamón ibérico y, por supuesto, su hierbabuena.

2 puñados de arroz bomba por persona
1 bote de corazones de alcachofas
4 contramuslos de pollo
1 docena y media de caracoles
500 Cl de caldo de hueso de jamón y verduras (el que hice para los caracoles)
La salsa sobrante de los caracoles
Pimentón de La Vera dulce
Un ramito de romero
Azafrán
Aceite de oliva virgen extra
Sal

En primer lugar, cortamos los contramuslos en cuatro piezas y los freímos en la paella con un buen chorro de aceite de oliva bien caliente y un puñadito de sal, y cuando estén bien doraditos, añadimos los caracoles y los sofreímos durante un par de minutos con otra pizca de sal.

Mientras se va haciendo lo anterior, cortamos las alcachofas en láminas y las añadimos a la paella con otra pizca de sal. Bajamos el fuego y echamos el pimentón dulce al gusto, aunque este tipo de arroces agradecen un poco de exageración, tanto de sal como de pimentón. Removemos bien y añadimos la salsa de los caracoles sin parar de remover.

Echamos el caldo y esperamos a que cueza. Mientras tanto, hacemos una infusión con la rama de romero y, cuando veamos (y olamos) que ya está la infusión preparada la añadimos al caldo.

Tan pronto como empiece a cocer, echamos unas hebras de azafrán, que podemos complementar con un poco de colorante alimentario, aunque no es necesario, pero eso también va en gustos, en este caso visuales. Y ya podemos apagar el fuego y esperar a que llegue más o menos media hora antes de la hora prevista de servir.

Llegado ese momento ponemos la paella a fuego fuerte y cuando rompa a hervir añadimos el arroz, removemos por la parte de abajo para que asiente bien en toda la superficie de la paella y a esperar. Mi consejo es que una vez que haya quedado sin caldo, dejemos que el fuego continúe su acción para conseguir que la parte de abajo se “socarre” un poco, porque ese “socarraet” es algo absolutamente delicioso.

Mientras esperamos, podemos poner un paño de cocina sobre la encimera y lo humedecemos con agua para dejar ahí la paella una vez que termine su cocción.

Y aquí está el resultado.



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