La mayoría de las madres se sienten un poco
desasistidas a la hora de plantear el menú de sus hijos cuando son bebés. Está
claro que al principio no suele haber problema porque el propio niño pide su
comida y es bastante sencillo amamantarle. La dificultad viene más o menos a
partir del cuarto mes de vida, coincidiendo con el destete.
Hay un pensamiento generalizado de que, a
partir de esta edad, el bebé debe seguir tomando leche, y en cierta medida, es
cierto, pero no es menos cierto que su organismo está ya preparado para ir
enriqueciendo su dieta con algo más suculento que la leche maternizada, por
ejemplo, los zumos de frutas y algún que otro puré de patatas ligero, o de
judías verdes. Podemos darle asimismo otros productos hortícolas que van a
favorecer el paso a otras comidas más contundentes y también le van a aportar
vitaminas y minerales necesarios para su desarrollo; por ejemplo, calabaza,
zanahoria y alguna harina sin gluten como la de arroz o la de maíz, que nos
pueden ayudar a espesar poco a poco el alimento, para que el tránsito a la
comida sólida no resulte traumatizante, aunque eso vendrá después porque, de
momento, todo esto lo vamos a convertir en un puré tan ligero que pueda salir
sin dificultad por la tetina del biberón.
Mientras no digamos lo contrario, la
licuadora y el robot de cocina van a ser nuestros mejores aliados para la
preparación de los menús, pero téngase en cuanta que lo peor que podemos hacer
es caer en la monotonía. Ya era bastante monótono chupar del pezón cada tres o
cuatro horas y durante más de tres meses lo mismo.
Un par de meses más tarde, cuando haya
cumplido más o menos el medio año de vida, le podemos ir dando otros productos
ya en forma de puré más grueso y con una cucharita, como la sémola, algo de
pasta triturada, patatas, puerro, cebolla, calabacín, tomate triturado sin
pepitas, cordero, ternera, pollo, pavo, jamón cocido, miel… Y a casi todos los
niños de esta edad les encanta el pan. Sí, un buen chusco de pan que irán
chupando y convirtiendo en una pasta horrible, pero que les va a ayudar a la
hora de la dentición porque sentirán un placer especial al frotar el pan
reblandecido contra las encías.
Si a los alimentos que hemos mencionado les
añadimos los anteriores, nos podemos ir haciendo una idea de lo variado que
puede llegar a ser un menú. Ocurre que la falta de ideas o de creatividad de
algunas madres, por no mencionar la desidia, les lleva a hacer siempre lo
mismo, con lo que estamos dificultando que el bebé se acostumbre a los
diferentes sabores y consigamos que, cuando crezcan, detesten las verduras o el
pescado.
Como aún no hemos abandonado el uso de la
batidora, cualquier tipo de receta que se nos ocurra debe pasar por ahí. La
pregunta “estúpida” del millón es: ¿hasta cuándo debemos seguir utilizando los
alimentos triturados? Y la respuesta, no menos estúpida por la pura lógica que
encierra es: hasta que el niño tenga dientes y muelas y pueda triturar los
alimentos por sí mismo. Sin embargo, si vamos dando algún alimento que pueda
romper con las encías o con los dientecitos incipientes, pues mejor, porque
luego se hacen vagos a la hora de masticar y les cuesta mucho comer, por
ejemplo, algún trocito de plátano maduro o el consabido chusco de pan.
A partir de los ocho meses de vida, como
siempre digo: más o menos, porque cada niño es un mundo, podemos incorporar a
la dieta otro tipo de alimentos más difíciles de digerir como el arroz bien
pasado, la sémola al dente, trocitos de pasta bien cocida, en cuanto a las
verduras ya podemos ir incorporando el pimiento y la berenjena, frutas rojas
como las cerezas y las fresas, y el punto más noble de nuestra cocina: el
pescado. Ahora podemos cocinarle lenguado, lubina, merluza, mero y cuando vaya
teniendo más facilidad de masticación también podemos utilizar el rape como
base de nuestras papillas. Otro de los productos clave que van a poder comer
son las yemas de huevo y por supuesto no vamos a abandonar los lácteos, que
ahora y pueden ser en forma de yogur. Para enriquecer nuestras recetas, podemos
darle también alguna especia suave como el perejil, la albahaca y el tomillo.
En cuanto a la sal, es mejor que cada producto aporte su propia sal sin
añadirle nada. Aunque pueda parecernos soso, a los bebés les gusta así.
A partir del año podemos considerar que ya ha
llegado la mayoría de edad para casi todos los estómagos, así que ahora podemos
incorporar todo tipo de alimentos, teniendo en cuenta que debe tomar medio
litro de leche al día, sea de la forma que sea: yogur, queso…
Podemos ir guardando nuestra batidora salvo
para hacer más llevadera alguna comida, pero por lo general, es mejor darle los
alimentos bien partidos en trocitos pequeños y controlando que mastique cuanto
más, mejor. Que no se ponga el bocado como un caramelo, porque va a paralizar
su proceso de aprendizaje y como todo en esta vida, se puede enseñar y
aprender.
Por último, aunque en algunos manuales nos
encontremos con que los frutos secos son muy enriquecedores, es preciso saber
que son la mayor fuente de ingreso de niños en los hospitales porque se van a
los pulmones con mucha facilidad, así que vamos a omitirlos hasta que sean
mucho más mayores.
Si andamos con prisa, podemos comprar potitos y variarlos, porque hay muchos diferentes
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