El otro día llovía a
cántaros y resultaba descorazonador abandonar el calor del hogar para ir a
comprar comida, así que revisé en la despensa a ver si me podía ahorrar el
paseo y, en efecto, descubrí que había un bote de ricos pimientos del piquillo
asados, un buen número de latas de atún y bonito, y tomate tamizado, que aquí
nunca falta. Con estos ingredientes, una cucharada de harina, un poco de aquí y
otro poco de allá, y un poco de imaginación, había suficiente para elaborar una
comida más que suculenta.
1 bote de pimientos del
piquillo asados
1 bote de bonito al
natural
1 bote de tomate tamizado
1 cebolla
2 dientes de ajo
1 cucharada de harina
1 vaso de leche
Pimentón de La Vera dulce
Aceite de oliva virgen
extra
Queso rallado
Sal
En primer lugar, picamos
la cebolla y el ajo en trozos menudos y los ponemos en una sartén con un poco
de aceite y una pizca de sal. Cuando veamos que están blanditos añadimos el
pimentón y acto seguido medio bote de tomate y damos vueltas para que se
entremezcle todo bien.
Ahora abrimos el resto de
los botes, empezamos por los pimientos y vamos seleccionando los más bonitos y
enteros para que no se nos salga la farsa. Luego abrimos el bonito y lo ponemos
en un bol, desmenuzándolo lo mejor posible.
Una vez que tengamos el
sofrito bien deshidratado y blandito, lo añadimos en el bol con el bonito, mezclando bien para conseguir
una pasta compacta.
Rellenamos los pimientos
con ayuda de una cuchara y los vamos poniendo en una cazuela de barro.
Ahora vamos a elaborar
una besamel, para lo cual, ponemos en una sartén un chorrito de aceite o
mantequilla (yo casi siempre me decanto por el aceite de oliva), añadimos la
cucharada de harina y removemos para que se cocine bien. A continuación,
ponemos la leche caliente para evitar que se hagan grumos y removemos hasta que
adquiera la consistencia deseada, que no debe ser ni demasiado sólida, ni
demasiado líquida.
A mí me sobro farsa, así
que la aproveché para rellenar los huecos dejados entre los pimientos, y encima
vertemos la besamel procurando que cubra toda la cazuela.
Ahora podemos dejarlo en
la nevera y terminarlo mañana, porque ya solo nos queda cubrir con el queso rallado
y dejar que se gratinen en el horno.
Como en la nevera están
demasiado fríos, yo los pasé durante un par de minutos por el microondas para
atemperarlos y así ponerlos directamente debajo del grill durante cinco minutos. Por cierto que, con el calor residual, descongelé pan, que es un elemento indispensable para la degustación.
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