Algunas veces, cuando
abro la nevera, me encuentro algo inesperado, como me ocurrió ayer. Había
cuatro codornices preciosas y mi imaginación voló de inmediato hacia los
fogones y las vi en una cazuela humeante con aromas diversos.
Abrí el cajón de las
verduras y había exactamente lo que necesitaba para darles forma: zanahorias,
cebollas, pimientos, tomates y ajos.
No voy a entrar a
desglosar las propiedades nutritivas de las codornices, basta decir que tienen
un alto contenido en proteínas de alto valor biológico, amén de no tener apenas
grasa, lo que desde el punto de vista psicológico es un valor añadido.
4 codornices
2 zanahorias
1 cebolla grande
½ cabeza de ajos
½ pimiento verde
½ pimiento rojo
3 tomates maduros
1 vasito de vino tinto
½ vasito de vino blanco
1 ramita de romero
1 hoja de laurel
2 onzas de chocolate puro (70% de cacao)
Pimentón de La Vera dulce
y picante
Aceite de oliva virgen
extra
Sal
Lo primero que hice fue
inspeccionar las codornices y quitarles todos los plumones que quedaban, en
especial por debajo de las alas. A continuación, les quité las vísceras que aún
contenían, que no sé muy bien por qué, pero cuando se supone que vienen
limpias, siempre se dejan el corazón y una parte de los pulmones.
A continuación, las bridé
para que conservaran la forma recogida, que siempre quedan más vistosas, las
sazoné con sal y pimienta y las freí a fuego vivo en un cazo con una pizca de
aceite para sellarlas bien. Una vez que estaban doraditas, las saqué de la
cazuela y las reservé en un plato.
Como la idea era batir la
salsa, no me calenté mucho la cabeza y corté la cebolla y los pimientos en
juliana, las zanahorias, las hice en rodajas gordas, el tomate, en cubitos
pequeños y después de haberlos escaldado y pelado y el medio ajo entero.
En el mismo cazo y con el
mismo aceite de haber sellado las codornices, puse la cebolla, los pimientos,
los ajos y la zanahoria a sofreír con una pizca de sal y el fuego muy suave y
con la olla tapada. Una vez que estaban blanditas, añadí el pimentón y tras sofreírlo
ligeramente, añadí el tomate y ya, subí el fuego para que se deshidratara. A
continuación, añadí los dos vasitos de vino y, con el fuego vivo, esperé a que
se evaporara el alcohol, añadí el chocolate y ya, con el fuego apagado, puse todo en el vaso
batidor y lo batí bien.
Devolví el puré
resultante a la cazuela, añadí las codornices, puse la ramita de romero y la
hoja de laurel y recubrí con agua.
A partir de aquí es solo
cuestión de esperar, con el fuego muy suave y dejando que chopchopearan
tranquilamente.
45 minutos después, la
carne ya estaba blandita y la salsa volvió a espesar lo suficiente como para
untar unas sopas de pan.
En mi caso las acompañé con una patata asada en el microondas, partida en dos y con una pizca de pimentón.
Otra forma de servir deshuesadas y con arroz blanco
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