Por lo general, suelo
revisar todas las entradas anteriores para no repetir ninguna receta, pero
algún lector se ha percatado de que la última que publiqué, la de las
codornices estofadas con chocolate, es exactamente igual que la de los pichones
con chocolate, cuya única diferencia radica en el ingrediente principal: el 24
de febrero utilicé unos pichones y el otro día fueron codornices. Por lo demás,
la elaboración es la misma, por lo que ruego disculpas.
Uno de mis postres
favoritos es la crema catalana, y ahora que disfruto de bastante más tiempo y,
entre dolores y penas, se me ha ocurrido elaborarla, aunque solo sea por
aquello de aminorar las penas.
Para su elaboración,
vamos a utilizar huevos enriquecidos con omega-3, que se pueden encontrar sin dificultad
en los supermercados y van a resultar mucho más nutritivos y favorecedores en
sentido nutricional. Para el remate, vamos a echar mano del soplete de cocina.
La elaboración de la
crema catalana resulta especialmente relajante porque vamos a utilizar
aromatizantes que contribuyen a ello, como la piel de naranja, la de limón y la
canela.
Asimismo, el obtener el
punto idóneo de la crema nos va a conducir a esa satisfacción interna que pocas
cosas son capaces de conseguir y, si encima sale rica, que siempre lo hace, el
placer es aún mayor.
1 LITRO DE LECHE.
4 YEMAS DE HUEVO
2 CUCHARADAS DE HARINA DE
MAÍZ (MAIZENA).
1 RAMITA DE CANELA
CORTEZA DE LIMÓN.
200 GRS DE AZÚCAR
CÚRCUMA.
Ponemos la leche a hervir
junto con la ramita de canela y la corteza de limón. Mientras tanto, batiremos
las yemas con el azúcar y la maizena hasta que quede todo bien incorporado.
Bajamos un poco el fuego
para que no rompa a hervir, y así conseguimos que la canela y las cortezas
dejen mucho más aromatizada la leche. La retiramos del fuego y esperamos a que
se temple, para evitar que se cuajen las yemas al mezclar, y la echamos despacio,
y batiendo al mismo tiempo hasta que quede todo bien mezclado. Cuando veamos que ha quedado todo incorporado, añadimos una cucharadita de cúrcuma, que le va a dar un tono más amarillento y un gusto especial.
Volvemos a echar esta
mezcla en el cazo y la calentamos a fuego lento sin parar de remover hasta que
espese, y a continuación la repartimos en cuatro cazuelitas de barro y las
dejamos que se enfríen en la nevera.
En el momento de servir,
espolvoreamos un poco de azúcar y la quemamos con el soplete.
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