El orden del título va en función
de las cantidades usadas, pero no en el temporal, porque en ese caso, primero
se pone la cebolla, luego la patata, para incorporar posteriormente el pimiento
del piquillo y por último el bacalao. No lleva absolutamente nada más, aparte
de la sal, el aceite y, naturalmente, el huevo.
Hasta que descubrí que la única
manera de hacer una tortilla como Dios manda era en una sartén antiadherente,
la tortilla de patata siempre fue mi asignatura pendiente. Bueno, eso sin
contar con las patatas sufladas, que aún hoy en día siguen dándome algún
problema que otro. Sin embargo, las tortillas, ahora las manejo con plato para
darlas la vuelta y sin él, si la cosa se pone de chulería.
Esta tarde estaba chafado en el
sofacito y eso es peligroso, porque, o se me ocurre que hay cosas muy
necesarias que comprar por Internet, o se me antoja alguna receta de esas que
llevan su tiempo. Menos mal que hoy me ha dado por ahí. Andaba pensando en lo
maravilloso que sería hacer una tortillita de patata para cenar esta noche y,
de paso, hacerla un poquito más grande para el almuerzo de mañana. Entonces, me
he acordado de que me habían sobrado unos pocos pimientos del piquillo del ajoarriero
riojano que preparé el jueves pasado y, al abrir la nevera, he visto que había
unos lomos de bacalao que estaban diciendo… “cómeme”. Así quehe decidido
incorporarlos a la tortilla.
Como ya he dicho, no lleva ningún
ingrediente más, solamente: aceite, cebolla, patatas, pimientos del piquillo,
un lomito de bacalao y cinco huevos, porque, aunque me gusta que el huevo
solamente cubra y entremezcle, la cantidad de ingrediente era bastante
generosa.
5 huevos
5 patatas medianas
1 cebolla
4 pimientos del piquillo
1 lomo de bacalao
Aceite de girasol
Aceite de oliva virgen extra
Sal
En primer lugar, hay que pelar y
cortar la cebolla en juliana fina y la incorporamos en una sartén grandecita
con abundante aceite de girasol a fuego muy bajo y con la sal necesaria para
que se poche bien.
Mientras la cebolla va
sufriéndo los efectos del fuego bajo, pelamos las patatas y las cortamos con el
cuchillo como lo hacían nuestras abuelas, es decir en trocitos irregulares y
finos para incorporarlos a la sartén junto con la cebolla. Removemos bien y nos
vamos a hacer alguna tarea, dejando que el fuego bajo trabaje cociendo la
mezcla.
Cuando veamos que las patatas y
la cebolla van estando tiernas, incorporamos los pimientos cortados en tiras
pequeñas y dejamos un rato más.
Mientras dejamos que el fuego
ejecute su función, ponemos los huevos en un bol grande y los batimos. Si lo
que apetece es una tortilla jugosa, pero con huevos crudos, se pueden poner un
par de huevos más, pero no es nuestro caso.
Ahora es el momento de incorporar
el bacalao y cubrirlo bien con la mezcla que hay en la sartén para que se haga
en el último momento. Pasados un par de minutos, lo echamos en un colador
grande sobre un bol para conservar el aceite, que nos va a servir para otras
frituras, y dejamos que escurra bien.
Vertemos el contenido del colador
en el bol con los huevos batidos y mezclamos bien con cuidado para no romper
las patatas, pero controlando que desmigamos bien el bacalao. Ponemos unas gotas de AOVE en una
sartén antiadherente y vertemos la mezcla del bol.
Controlamos que se vaya
haciendo por los laterales y cuando veamos que se separa bien del fondo le
damos la vuelta con ayuda de un plato y un buen juego de muñeca para evitar que
se nos caiga al suelo y convirtamos nuestro manjar en un desastre. Volvemos a
poner la tortilla en la sartén y dejamos que se haga por el otro lado.
Y ya tenemos nuestra maravillosa
tortilla que, si la hemos hecho bien, quedará jugosa por dentro y hecha por fuera.
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