Hace unos días, fui a la
carnicería a por una pieza de aguja picada para hacer unas albóndigas. Mientras
el carnicero trabajaba, no pude evitar desparramar la mirada por el resto del
género y, habitualmente, me suelo fijar en los rabos que tiene troceados en
bandejas, pero en este caso, me enamoré de unas bandejitas en las que había
unos riñones de cordero lechal y enseguida me vino a la imaginación la forma de
elaborarlos.
Es curioso cómo el gusto va evolucionando
en algunos casos y permanece inamovible en otros. Las albóndigas, benditas
sean, me trasladan a la niñez y me siguen gustando como entonces, de la misma
forma que el hígado o los sesos, que no me gustaron jamás, siguen sin hacerlo.
Sin embargo y sin abandonar la casquería, ocurre que los riñones, que antaño me
parecían abominables, ahora me parecen suculentos, y lo mismo me ocurre con las
coles en general.
Mi cariño hacia los riñones,
igual que hacia los higaditos de conejo, me vienen de algunos ratos
inolvidables pasados con mi cuñado José Ignacio en alguno de los bares de El
Pardo y, habitualmente, acompañados de una copita de vino rosado, por el que mi
cuñado sentía pasión.
500 gr de riñones de cordero lechal
1 cebolla
1 vaso de vino de Jerez
1 cucharada de harina
Un chorro ve vinagre de vino
Pimentón de La vera dulce y picante
Perejil
Sal
AOVE
En primer lugar, vamos a limpiar bien los riñones, para lo cual les
retiramos la grasa y la telita que los recubre y los metemos en una solución de
agua, sal, y un buen chorro de vinagre y los dejamos unos 15 a 20 minutos.
Pelamos y picamos bien la cebolla y un par de dientes de ajo y los
ponemos a pochar en una sartén con dos cucharadas de aceite a fuego bajo hasta
que queden bien confitados.
Añadimos los riñones salpimentados y los freímos a fuego fuerte.
Bajamos el fuego y añadimos el pimentón y la harina.
Mientras se hacen, ponemos en el mortero un par de dientes de ajo y
perejil y hacemos una majada.
Añadimos un vasito de agua a la sartén y dejamos cocer a fuego bajo
durante unos 15 minutos, cuando haya reducido, añadimos el vaso de jerez,
subimos el fuego y echamos la majada con un poco de caldo de los riñones.
Pasados un par de minutos, bajamos el fuego al mínimo y dejamos que se
hagan hasta que quede una salsa untuosa.
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