He de reconocer que a mí el
hígado de ternera me produce un cierto repelús y no me agrada en absoluto. Sin
embargo, los higaditos tanto de pollo, como los de conejo me encantan.
Los descubrí hace ya muchos años,
cuando al hacer la paella y freír la carne, Antonio, el entonces chef del
hotel, me dijo que el higadito era para el cocinero. Lo sacó de la paella y nos
lo comimos con un trozo de pan. Desde entonces, cada vez que hago paella, los
retiro y me los como con una pizca de pan, recordando ritualmente aquellas
palabras del bueno de Antonio. Por aquel entonces, yo tendría unos catorce o
quince años.
El viernes fui a comprar unas
salchichas, una morcilla y un poco de tocino para hacer un arroz al horno.
Había una tarrina con higaditos de conejo y me enamoré de ellos, así es que se
vinieron a casa.
Hay muchas maneras de
prepararlos, siendo las más habituales al ajillo y encebollados. Tampoco están
nada mal sencillamente fritos, como cuando lo sacas de la paella, pero al
ajillo es una receta tan simple como rica. Para elaborarla solamente vamos a necesitar
lo higaditos, dos o tres dientes de ajo, AOVE y sal. Opcionalmente se le puede
añadir una copita de brandy al final de la cocción.
La elaboración es tan simple como
limpiar los higaditos, salpimentarlos y ponerlos en una cazuela con una
cucharada de AOVE a fuego bajo. Entre tanto, pelamos los ajos y los cortamos en
láminas para añadirlos también a la cazuela. Tapamos y dejamos que se cocine
todo junto.
Cuando veamos que están
tostaditos, añadimos la copita de brandy y dejamos que cueza unos cinco minutos
más. Opcionalmente podemos flambear y así eliminamos el alcohol por completo.
Y ya están. Se pueden acompañar
con unas patatas fritas o sencillamente con un trozo de pan calentito.
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