Hoy había antojo
de sopita castellana y una orejita de cerdo a la plancha aunque, en realidad,
la orejita la compré para otro antojito que llevaré a cabo el domingo, que es
el día en el que tradicionalmente, al menos en nuestra casa, se cocina la
paella y otros arroces.
Hay situaciones
en la cocina que pueden llegar a generar estrés, o al menos nerviosismo y
frustración, como intentar hacer legumbres y ver que no están hidratadas. Por
eso, cuando compro, suelo poner por lo menos medio paquete a remojo y, al día
siguiente, no cuesta nada retirar el agua con un colador y meterlas en un par
de recipientes o hacer algunos paquetitos de papel film y poder así disponer de
ellas cuando las necesitemos ya rehidratadas. Esto lo he hecho para poder disponer
de garbanzos para el arroz al horno que va a caer el domingo.
Pero hoy la cosa
es mucho más mundana. Los paquetes que venden de morcillas, oreja, tocino,
salchichas… salvo que sean para un fin específico, suelen ser excesivos. Por
eso hoy hemos salvado una punta de jamón, algo de tocinillo y un puñadito de
oreja, con lo cual vamos a comer mi hijo y yo. A la niña le voy a hacer unas
morcillas con huevos fritos y patatas, que la vuelven loca y mi mujer, que
vendrá tarde de trabajar y le gusta todo ligero, seguro que se empuja las
alcachofitas que sobraron de ayer.
La sopa
castellana es tremendamente fácil de hacer y una delicia para estos días fríos
en los que apetece algo caliente. Hace unos meses hicimos una deconstrucción muy vistosa que, como entrante, va de lujo, pero esta sopa es contundente y puede hacer las veces de un menú completo.
4 dientes de ajo
6 rebanadas de
pan duro.
½ litro de caldo
1 taquito de
jamón
30 gramos de
oreja de cerdo
2 huevos
Pimentón de La
Vera picante
Sal
Aceite de oliva
virgen extra
En primer lugar
pelamos los ajos y los cortamos en lonchas no demasiado finas. A continuación
los ponemos en la cazuela con un chorrito de aceite de oliva y una pizca de
sal, y dejamos que se doren.
Cortamos el
taquito de jamón en cuadraditos pequeños y, aunque estaba previsto en origen
añadir unas tiras de beicon, lo hemos sustituido por la orejita, que hemos
partido en trocitos menudos y lo hemos incorporado todo a la cazuela.
Cuando empiece a
estar frito deberíamos añadir el pan, y remover bien para que todo se entremezcle,
pero hoy, habida cuenta de que cada uno va a comer a una hora diferente, hemos
preferido dejar el pan en los cuencos y así no se echa a perder. Retiramos del
fuego y ponemos el pimentón removiendo de nuevo para que también se incorpore.
Volvemos a
ponerlo sobre el fuego y añadimos el caldo que puede ser de jamón, de pollo, o
sencillamente agua. En nuestro caso, hemos hecho un caldito de hueso y oreja
para el arroz al horno del domingo, que rebajaremos con un poco de agua.
Separamos las
claras de las yemas, que reservaremos, y las incorporamos removiendo para que
se cuajen bien. Por último, una vez que lo sirvamos en cuencos de barro,
añadimos las yemas y removemos para que se incorpore a la sopa.
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