miércoles, 16 de abril de 2014

BARBACOA DE USAR Y TIRAR

Hace unos días, descubrí en el "súper" que hay frente a mi casa, algo que me llamó la atención. Se trataba de una caja de color verde con algunos rótulos en los que decía que en esa caja había una barbacoa de usar y tirar. Así, a bote pronto, me pareció un elemento magnífico, de manera que lo compre y me lo traje a casa.

Al abrirlo, descubrí que en su interior había una bandeja de aluminio, como esas que contienen los platos preparados y en su interior una bolsa donde supuse que estarían las piezas de carbón.

Como quiera que soy poco dado a leer las instrucciones de nada, me dispuse a sacar la bolsa para abrirla y esparcir el carbón, pero otro cartelito que había en el exterior de la bolsa me advertía de que tenía que encender las cuatro esquinas de la bolsa y dejar hasta que se extinguieran las llamas por completo, lo que tardaría unos veinte minutos.

Resignado, pasé entonces a leer las instrucciones, por si acaso contenía más misterios encerrados, y en efecto, en el interior de la bolsa había, además del carbón, una sustancia inflamable que permitía encender las brasas sin tener que añadir ningún otro elemento.

También decía que se utilizara en algún lugar exterior, como el jardín, el campo o una terraza, y nunca dentro de la casa. Eso mermaba ostensiblemente mis intenciones de uso pues mi idea era encenderla dentro del salón.

La saqué a la terraza y la coloque sobre un plato de pizarra para evitar que entrara en contacto directo con la mesa de plástico, conforme rezaban también las instrucciones y con ayuda de un palito que había deambulando por la caja, procedí a encender las cuatro esquinas de la bolsa, con tan mala fortuna que la cuarta no ardió y el palito se había convertido en cenizas. Pensé que no tardaría demasiado en encenderse, pero estaba errado, porque no había manera de que saliera llamita de esa cuarta esquina. Finalmente eché mano del soplete de cocina (luego dicen que no es útil el instrumento en cuestión).


Aquello ardía que daba gusto y olía a queroseno que tiraba para atrás. Así que me quedé a su lado por si en algún momento le daba al fuego por salirse del recinto de la bandejita y armarme la de San Quintín. Como siempre que cometo alguna de estas atrocidades estaba solo y la comida esperándome en la nevera. No había a quien pedir que me la trajera y me daba bastante miedo dejar esa pira sola en la terraza de mi casa, pero a pesar de todo fui de una carrera a por la pitanza. Por fortuna, pasados unos quince minutos, el fuego estaba controlado, casi apagado, dejando a la vista unas hermosas brasas. Parecía que el estrés iba a apoderarse de mí, pero para algo uno es psicólogo y, aunque no lo fuera, no me quedaba otra que esperar acontecimientos.



El menú elegido fueron un par de filetes de lomo de cerdo, unos choricitos, morcilla y salchicha como carnes, y unos pimientos de padrón junto con unas láminas de champiñón recién cortadas.



No tenía la menor intención de escribir esta entrada y por eso no le hice fotos a la caja verde ni al resultado final de mi pequeña hazaña, pero al ver las cuatro que hice, y después de haber disfrutado de mi magnífica barbacoa, pensé que merecía la pena, porque voy a repetirla, y tras la experiencia, he descubierto que se puede pasar una velada magnífica en compañía de la familia y amigos, pues las brasas permanecen encendidas horas y horas, la bandejita que las contiene no quema tanto y podemos removerlas con ayuda de un trapo.




4 comentarios:

  1. HAY UNA NUEVA ENTRADA DE ENERO DE 2015 SOBRE EL MISMO TEMA

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  2. Yo las compro en Consum. pero creo que también las hay en Leroy Merlín. Lee mi otra entrada, porque esta fue mi primera experiencia y resultó algo negativa. Pero se puede disfrutar mucho con esta barbacoa

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