sábado, 10 de octubre de 2015

CALLOS DE BACALAO CON GARBANZOS

Como ya he dicho en alguna ocasión, la envidia no suele ser buena compañera porque hace pasar malos ratos, corrompe el espíritu y suele llevar a generar conductas bastante inapropiadas. Si mi vecino estrena un coche nuevo, que además, es alemán o inglés y, para más inri de gama alta, yo puedo: pasar del evento, felicitarle por su nueva adquisición y celebrarlo con él (en cuyo caso no sería un envidioso, sino un mentiroso), sentir un deseo irrefrenable de que le salga malo y se le rompa mañana o sentir esa envidia sana de la que también hemos hablado en alguna entrada anterior. ¿En qué consiste esa envidia sana? pues sencillamente en pensar que mi coche aún anda bien, pero es probable que cuando lo cambie me haga con uno similar si es que me lo puedo permitir.

Y volviendo al tema de la cocina, que es el que nos ocupa, he de decir que tras ver un par de recetas elaboradas por Sergio Rodríguez y otra similar por los gemelos Torres, pues he de decir que he sentido una envidia bastante curiosa, pero creo yo que de la sana, porque no les he deseado ningún mal a ninguno de los tres chefs, pero sí he sentido la necesidad de hacerme con el producto que utilizaban y que se me antojaba harto difícil de obtener. Se trata de las tripas de bacalao. Sin embargo, tras llamar a una bacaladería de bastante renombre me dijeron que las tenían a la venta. Así que, ni corto ni perezoso, puse rumbo al local para hacerme con medio kilito de tripas y, ya que estaba, con otro medio de cocochas.

Mi receta tiene bastante que ver con las dos que vi en la televisión, pero he intentado perfeccionarla fusionando las dos y añadiendo algunas cosas de mi cosecha. Ya anticipo que también es un plato de los que requiere paciencia.

200 gr de tripas o callos de bacalao
150 gr de garbanzos
1 cabeza de ajos
1 chorizo
1 cebolla
1/2 bote de tomate
1 puñadito de almendras
1 vasito de vino blanco
1 hoja de laurel
1 guindilla
Aceite de oliva virgen extra
Sal

Lo primero que haremos será poner los garbanzos a mojo el día anterior. Yo tengo por costumbre poner el paquete entero a mojo, utilizar los que necesito y congelar el resto, y así ya los tengo remojados para usos posteriores.

También habrá que poner en remojo las tripas de bacalao, pero esta vez las dejaremos en la nevera y les cambiaremos el agua unas cuatro o cinco veces. Antes de utilizarlas, conviene limpiarlas, retirándole la telita que tienen en uno de sus lados y las cortamos en trozos medianos.

A continuación ponemos agua en una cazuela con una hoja de laurel y una pizca de sal y esperamos a que rompa a hervir. Echamos los garbanzos y cuando lleven más o menos media hora de cocción media cabeza de ajos. Ahora ya lo podemos dejar a fuego lento y tapado un par de horas más cuidando, eso sí, que no se sequen, en cuyo caso añadimos un vasito de agua, subimos el fuego para que no dejen de cocer y lo volvemos a bajar.

Como vemos, lo más tedioso son los prolegómenos, porque la receta en sí lleva poco tiempo de elaboración.

Cortamos el chorizo en daditos y lo ponemos en una sartén con una pizca de aceite para que vaya soltando la grasa. Picamos la cebolla muy fina y la añadimos. Cuando veamos que está doradita, añadimos el tomate junto con la guindilla y dejamos que pierda el agua a fuego lento. Añadimos el vasito de vino y esperamos un par de minutos a fuego más vivo para que pierda el alcohol. A continuación, añadimos los garbanzos cocidos y los cubrimos con el caldo de cocción.

Ahora hacemos una majada empezando por las almendras y rematando con los ajos cocidos y, una vez que esté bien machacado, lo añadimos a la cazuela.



Bajamos el fuego al mínimo y ponemos los callos. Al ser los callos un producto gelatinoso como las cocochas, conviene darle un ligero meneíto de vez en cuando y siempre con el fuego al mínimo. En unos cinco minutos ya tendremos nuestro plato preparado. Y este es de cuchara y buena hogaza de pan tierno.


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