Cuando probé por
primera vez el queso provolone me extrañó la forma de servirlo y a la vez, me
entusiasmó. Venía emplatado con una rodaja de tomate encima y unas ramitas de
orégano, y el queso, como no podía haber
sido de otro modo, estaba calentito y fundido.
Por aquel
entonces, yo ya era mozo y desde que era pequeño, cuando mi madre contrató a
Amelia como cocinera, amante de la cocina italiana.
Amelia venía de
servir en un domicilio en el que los dueños eran italianos, y no hacía los
típicos macarrones con tomate y chorizo horneados, que también me fascinan.
Ella hacía pizza, algo que jamás se había visto por estos lares. También
cocinaba los espaguetis con pesto y cosas similares. Hablo de la década de los
60, y hay que tener en cuenta que la primera vez que se comenzó a hablar de la
pizza en España de una forma generalizada fue en 1985, cuando Telepizza abrió
su primera tienda en el Barrio del Pilar de Madrid. Está claro que en los
restaurantes italianos, que ya había unos cuantos repartidos por nuestra
geografía, también las hacían, pero seguía siendo una receta bastante
desconocida para el pueblo llano.
Mi interés por el
arte culinario italiano me ha llevado a probar un sinfín de platos y a
elaborarlos y recrearlos en mi cocina. Por eso, no es de extrañar que cuando
elaboro alguno, se me venga a la memoria mi niñez y asociada a ella el nombre
de nuestra excelsa cocinera, quien por cierto era bastante gruñona.
1 loncha mediana
de queso provolone
1 patata
1 cebolla
2- 3 cucharadas
de tomate tamizado
Orégano
Aceite de oliva
virgen extra
Sal
En una sartén
podremos una buena cantidad de aceite para pochar la cebolla, que habremos
cortado en juliana fina a fuego muy lento con una pizca de sal y con la sartén
tapada. Cuando veamos que va cayendo, añadimos la patata cortada en rodajas
finas y dejamos que se vaya cociendo. Cuando esté blandita, la troceamos con la
cuchara de madera, escurrimos bien el aceite con ayuda de un colador y
reservamos.
En una sartén
pequeña ponemos el queso sin aceite y dejamos que se dore. Le damos la vuelta y
doramos la otra cara.
En la misma
sartén, sacamos el queso y repartimos bien las patatas y la cebolla, ponemos de
nuevo la loncha de queso, la cubrimos con el tomate y le añadimos el orégano.
Precalentamos el
horno, solamente el grill y metemos la sartén hasta que veamos que el tomate ya
está hecho.
El queso se mezcla con las patatas y resulta suculento.
Ni que decir tiene que un buen pedazo de pan recién hormeado nos va a venir que ni pintado (podemos aprovechar que hemos puesto el horno para mejorarlo) y si además nos servimos una copita de buen vino tinto, mejor.
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