sábado, 31 de octubre de 2015

PARASOLES REBOZADOS

Me ha regalado mi sobrino Nacho una bandeja repleta de macrolepiotas proceras, conocidas vulgarmente como parasoles. Los parasoles son setas de gran tamaño y eso las hace seguras, porque el resto de las lepiotas más pequeñitas son venenosas o al menos tóxicas. Sin embargo las de la bandeja de Nacho son exquisitas.



Yo no había probado ninguna seta hasta bien entrados los 18 años, cuando mi futuro suegro nos llevaba a por ellas y no sé muy bien por qué, pero nosotros podíamos encontrar dos o tres y él levaba una cesta llena. Mi suegro conocía algunas variedades, pero solamente recogía la pleorotus eringii, conocida como seta de cardo y fue con esta seta con la que me inicié.

Al cabo de los años, me fui animando a recolectar otros tipos de setas, como la psaillota campestris o champiñones silvestres, la marasmius oreades o senderina, la macrolepiota procera ya mencionada y así, en la actualidad, reconozco como exquisitas unas cuantas variedades, aunque realmente son unas pocas las que me vuelven loco, como los boletus en sus diversas variedades comestibles y reconocidas por diferentes nombres, aunque el más culinario es el de cep, la coprinus comatus o seta barbuda y, bueno, no vamos a negarlo, la verdad es que me gustan todas las que recolecto que ya, como comentaba, van siendo bastantes. (Aunque goza de gran aceptación sobre todo en Cataluña, a mí, el lactarius deliciosus, o níscalo, o robellón me parece una seta más bien basta y suelo consumirla con patatas o acompañando alguna receta de carne) .

Vamos a la receta que nos ocupa y que solamente lleva huevo, pan rallado, ajo en polvo, perejil seco, aceite de girasol o de oliva virgen suave y sal.

Lo primero que suelo hacer con las lepiotas es limpiarlas bien, retirarlas el pie, la cutícula que tienen justo en el centro del sombrero y las escamas más grandes.

Una vez bien limpias, me gusta cocerlas con un poco de agua. En realidad se trata de un blanqueo, porque en cuanto empieza a cocer el agua, las retiro. Este paso, normalmente no es necesario, pero un buen amigo extremeño y amante de las lepiotas, me lo aconsejó y es cierto que quedan más suaves y se limpian las posibles impurezas que pudieran generar cierta toxicidad. También se facilita la labor del rebozado porque el pan rallado se agarra mejor al estar húmedas.

El paso siguiente es mezclar el pan rallado con un poco de ajo en polvo y perejil seco. Y por otra parte batir el huevo, aunque no en demasía. El tema de la sal va en gustos, porque hay quien la pone antes de rebozarlas y quien lo hace una vez fritas. Yo prefiero lo segundo.


Pasamos las setas troceadas por el pan rallado, luego por el huevo y por último otra vez por el pan y las freímos en abundante aceite que habremos puesto previamente a calentar. Una vez fritas, las vamos sacando a un plato recubierto con papel absorbente y, ya digo que es ahora cuando les pongo una pizca de sal.


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