domingo, 15 de noviembre de 2015

ODA AL HUEVO CON PATATAS

Si hay algún producto barato en el mercado, esa es la patata. El huevo tampoco se queda atrás y, naturalmente, el pan. Con estos tres productos se pueden arreglar multitud de recetas: desde el gloriosísimo huevo frito con patatas fritas a la estratosférica tortilla de patatas (a mí para este menester me gusta acompañarlas con una pizca de cebolla, pero eso va en gustos), pasando por donde uno quiera. Porque, tanto por separado como haciendo un solo cuerpo, ambos ingredientes son la base, el acompañamiento o el protagonista de todas las recetas que gozan de total aceptación por parte de los comensales.



El huevo es algo mágico. Desde su origen incierto (qué fue antes, el huevo o la gallina) hasta su forma y tamaño, dado que cabe perfectamente en la mano, y se convierte así en una precisa arma arrojadiza. Su inexplicable dureza por los polos siendo el resto tan delicado… El mismísimo Salvador Dalí, en una de sus más famosas obras: La metamorfosis de Narciso, lo pinta con gran protagonismo. Y no digamos el contenido: su clara, con ese aspecto baboso en crudo y blanco perfecto cuando se cuece o se fríe, tostadita en las puntillas, y su yema, de un precioso color amarillo que torna al anaranjado cuando el huevo es de calidad.



Sin el huevo, no se concebirían miles de recetas, al menos tal como las conocemos, porque, sí, claro, se puede hacer mahonesa con leche, pero no es lo mismo. También se puede rebozar con… sabe Dios qué, pero un buen rebozado ha de pasar irremisiblemente por el huevo batido. El flan no sería flan sin nuestro amigo el huevo, ni el tocino de cielo, ni los buñuelos, ni, por supuesto, las incomparables yemas de Santa Teresa, por citar algunos ejemplos.

Y vamos con la patata. Qué cosa tan humilde, tan fea y sucia en origen y sin embargo, tan apetitosa tanto frita, como cocida o asada.

Cuando cogemos una patata, la lavamos bien y la partimos por la mitad, sin necesidad de pelarla, le hacemos unos cortes superficiales en forma de rombos, le esparcimos un poquito de pimentón de La Vera, pizca de sal y un chorrito de aceite de oliva y la metemos en el horno un ratito, lo que obtenemos es un bocado delicioso.

Sin las patatas, tampoco se concebirían otras tantas recetas y, en este caso, no se admite sustitución porque, unas patas con níscalos no serían patatas con níscalos sin nuestras amigas las patatas. Y quien dice patatas con níscalos dice patatas con carne, con bacalao, con sepia o con lo que se nos ocurra, que en todos los casos elaboraremos recetas acertadas.

Alguien se preguntará que a qué viene esta oda al huevo y a las patatas en un blog de cocinoterapia. Pues nada más sencillo. Si comparamos un huevo o una patata con una trufa blanca de Alba, parecería que estamos comparando a Dios con un gitano, como se suele decir. El precio de la trufa puede llegar a alcanzar más de 6.000 euros, y con ese dineral podemos estar comiendo huevos con patatas prácticamente durante toda la vida. Pero, ¿es peor producto el huevo que la trufa? O ¿la patata que la trufa? Pues depende de cómo lo miremos Porque si la patata es fea y sucia, no digamos la trufa y en cuanto a los usos…

Por eso viene a colación nuestra oda, porque hay personas que se comparan con otras a las que ven más guapas, elegantes, listas, etc. Sin darse cuenta de su propio valor porque carecen de autoestima. La autoestima es algo fundamental para ser feliz y, seguramente, si nos autoanalizamos nos va a ocurrir lo mismo que a la patata o al huevo. Sin ti, amable lector, la vida no sería lo mismo, como no sería lo mismo la mahonesa sin huevo o las patatas con costillas sin patatas.

A mí me gusta acompañar mis entradas con una receta y hoy no va a ser menos, así que vamos a por la antes mencionada tortilla de patatas, aunque vamos a darle un giro de tuerca para convertirla en una pizza de tortilla de patata.

2 huevos
2 patatas
½ cebolla
2 cucharadas de tomate frito
2 tiras de bacón
Queso para fundir al gusto (rallado o en lonchas)
Orégano
Aceite de oliva virgen extra
Sal

Lo primero que haremos será elaborar la tortilla, para lo cual pelamos las patatas, las cortamos en rodajas finas y las ponemos en una sartén con abundante aceite a fuego muy bajo para confitarlas. En este punto yo también pongo la media cebolla cortada en juliana fina.

Mientras se van cociendo las patatas, batimos los huevos en un bol mediano, pero que quepan después las patatas.

Una vez que las patatas y la cebolla estén blanditas, las retiramos del fuego y las vertemos sobre un colador grande para que pierdan todo el aceite y se vayan enfriando.

Ahora echamos las patas en el bol en el que teníamos los huevos batidos y mezclamos bien para obtener una masa uniforme y lo vertemos todo en una sartén pintada de aceite. Hay quien aconseja remover un poco al principio, pero no es necesario hacerlo.

Una vez que se ha cuajado por debajo hay que proceder a darle la vuelta. Yo no me apaño con el plato y suelo hacerlo empujando la sartén, pero reconozco que queda mejor poniendo un plato sobre la sartén y volteando de manera que la tortilla quede sobre el plato. La devolvemos a la sartén y dejamos que cuaje por el otro lado, aunque es mejor que no quede muy hecha. Ya tenemos nuestra magnífica tortilla de patata. Y ahora vamos a por la segunda parte, vestirla de pizza.

He aquí nuestra diosa

Repartimos el tomate por encima de la tortilla de manera que quede homogéneo. Troceamos las dos tiras de bacón y las colocamos por toda la superficie, lo mismo que el queso. Espolvoreamos el orégano al gusto y la metemos en el grill durante unos minutos, hasta que veamos que el bacón esté hecho y el queso, fundido.

El resultado es increíblemente sabroso... Vamos a por el pan.




No hay comentarios:

Publicar un comentario