Si hay algún producto
barato en el mercado, esa es la patata. El huevo tampoco se queda atrás y,
naturalmente, el pan. Con estos tres productos se pueden arreglar multitud de
recetas: desde el gloriosísimo huevo frito con patatas fritas a la
estratosférica tortilla de patatas (a mí para este menester me gusta
acompañarlas con una pizca de cebolla, pero eso va en gustos), pasando por
donde uno quiera. Porque, tanto por separado como haciendo un solo cuerpo,
ambos ingredientes son la base, el acompañamiento o el protagonista de todas
las recetas que gozan de total aceptación por parte de los comensales.
El huevo es algo mágico. Desde
su origen incierto (qué fue antes, el huevo o la gallina) hasta su forma y
tamaño, dado que cabe perfectamente en la mano, y se convierte así en una
precisa arma arrojadiza. Su inexplicable dureza por los polos siendo el resto
tan delicado… El mismísimo Salvador Dalí, en una de sus más famosas obras: La
metamorfosis de Narciso, lo pinta con gran protagonismo. Y no digamos el
contenido: su clara, con ese aspecto baboso en crudo y blanco perfecto cuando
se cuece o se fríe, tostadita en las puntillas, y su yema, de un precioso color
amarillo que torna al anaranjado cuando el huevo es de calidad.
Sin el huevo, no se
concebirían miles de recetas, al menos tal como las conocemos, porque, sí,
claro, se puede hacer mahonesa con leche, pero no es lo mismo. También se puede
rebozar con… sabe Dios qué, pero un buen rebozado ha de pasar irremisiblemente
por el huevo batido. El flan no sería flan sin nuestro amigo el huevo, ni el
tocino de cielo, ni los buñuelos, ni, por supuesto, las incomparables yemas de
Santa Teresa, por citar algunos ejemplos.
Y vamos con la patata.
Qué cosa tan humilde, tan fea y sucia en origen y sin embargo, tan apetitosa
tanto frita, como cocida o asada.
Cuando cogemos una
patata, la lavamos bien y la partimos por la mitad, sin necesidad de pelarla,
le hacemos unos cortes superficiales en forma de rombos, le esparcimos un
poquito de pimentón de La Vera, pizca de sal y un chorrito de aceite de oliva y
la metemos en el horno un ratito, lo que obtenemos es un bocado delicioso.
Sin las patatas, tampoco
se concebirían otras tantas recetas y, en este caso, no se admite sustitución
porque, unas patas con níscalos no serían patatas con níscalos sin nuestras amigas
las patatas. Y quien dice patatas con níscalos dice patatas con carne, con
bacalao, con sepia o con lo que se nos ocurra, que en todos los casos
elaboraremos recetas acertadas.
Alguien se preguntará que
a qué viene esta oda al huevo y a las patatas en un blog de cocinoterapia. Pues nada más sencillo.
Si comparamos un huevo o una patata con una trufa blanca de Alba, parecería que
estamos comparando a Dios con un gitano, como se suele decir. El precio de la
trufa puede llegar a alcanzar más de 6.000 euros, y con ese dineral podemos
estar comiendo huevos con patatas prácticamente durante toda la vida. Pero, ¿es
peor producto el huevo que la trufa? O ¿la patata que la trufa? Pues depende de
cómo lo miremos Porque si la patata es fea y sucia, no digamos la trufa y en
cuanto a los usos…
Por eso viene a colación
nuestra oda, porque hay personas que se comparan con otras a las que ven más
guapas, elegantes, listas, etc. Sin darse cuenta de su propio valor porque
carecen de autoestima. La autoestima es algo fundamental para ser feliz y,
seguramente, si nos autoanalizamos nos va a ocurrir lo mismo que a la patata o
al huevo. Sin ti, amable lector, la vida no sería lo mismo, como no sería lo
mismo la mahonesa sin huevo o las patatas con costillas sin patatas.
A mí me gusta acompañar
mis entradas con una receta y hoy no va a ser menos, así que vamos a por la
antes mencionada tortilla de patatas, aunque vamos a darle un giro de tuerca
para convertirla en una pizza de tortilla de patata.
2 huevos
2 patatas
½ cebolla
2 cucharadas de tomate
frito
2 tiras de bacón
Queso para fundir al
gusto (rallado o en lonchas)
Orégano
Aceite de oliva virgen
extra
Sal
Lo primero que haremos
será elaborar la tortilla, para lo cual pelamos las patatas, las cortamos en
rodajas finas y las ponemos en una sartén con abundante aceite a fuego muy bajo
para confitarlas. En este punto yo también pongo la media cebolla cortada en
juliana fina.
Mientras se van cociendo
las patatas, batimos los huevos en un bol mediano, pero que quepan después las
patatas.
Una vez que las patatas y
la cebolla estén blanditas, las retiramos del fuego y las vertemos sobre un
colador grande para que pierdan todo el aceite y se vayan enfriando.
Ahora echamos las patas
en el bol en el que teníamos los huevos batidos y mezclamos bien para obtener
una masa uniforme y lo vertemos todo en una sartén pintada de aceite. Hay quien
aconseja remover un poco al principio, pero no es necesario hacerlo.
Una vez que se ha cuajado
por debajo hay que proceder a darle la vuelta. Yo no me apaño con el plato y
suelo hacerlo empujando la sartén, pero reconozco que queda mejor poniendo un
plato sobre la sartén y volteando de manera que la tortilla quede sobre el
plato. La devolvemos a la sartén y dejamos que cuaje por el otro lado, aunque es mejor que no quede muy hecha. Ya
tenemos nuestra magnífica tortilla de patata. Y ahora vamos a por la segunda
parte, vestirla de pizza.
He aquí nuestra diosa
Repartimos el tomate por
encima de la tortilla de manera que quede homogéneo. Troceamos las dos tiras de
bacón y las colocamos por toda la superficie, lo mismo que el queso.
Espolvoreamos el orégano al gusto y la metemos en el grill durante unos
minutos, hasta que veamos que el bacón esté hecho y el queso, fundido.
El resultado es increíblemente sabroso... Vamos a por el pan.
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