En 1987 visité por
primera vez La Alberca, ese precioso pueblo de la Sierra de Francia que, aun
siendo salmantino, linda con Las Batuecas y Cáceres.
Fui a Salamanca, a unas
Jornadas de Psicología Educativa y nos llevaron a visitarlo. Allí nos mostraron
todas las tradiciones del pueblo, incluida la llamada de las ánimas, que fue
quizá, lo que más llamó mi atención. Bueno, eso y la gastronomía.
Dispusieron una mesa
plagada de viandas deliciosas, tales como jamón ibérico, chorizo, salchichón…
También había hornazo, pero, lo que no había eran patatas meneás, que descubrí
paseando por la plaza sobre la mesa de unos comensales, afortunados ellos, a
los que se las acababan de servir. Me vino un aroma magnífico e indescriptible
y no pude por menos que preguntar acerca de ese guiso que se me antojó
celestial.
Un amable camarero me
informó de que se trataba de unas patatas cocidas y refritas con pimentón de La
Vera, y acompañadas de unos torreznos. Así, a bote pronto, la cosa sonaba
sencilla de elaborar. También me comunicó que se las conocía como patatas
revolconas o patatas meneás.
Yo las he recogido en mi
recetario y las preparo de dos maneras diferentes. Por una parte, digamos que
sigo el recetario tradicional, aunque, como siempre adaptado a mis gustos. Y
por otra, les añado un brick de nata al final de la preparación para conseguir
una textura más suave, pero eso ya va en gustos.
4 patatas grandes
1 cabeza de ajos
2 hojas de laurel
150 gr de panceta tierna
1 cucharada de pimentón
dulce de La Vera
½ cucharada de pimentón
picante de La Vera
Aceite de oliva virgen
extra
Sal
Pelamos las patatas
retirando todas las partes feas y las cortamos escachadas con ayuda del
cuchillo. Así conseguimos que suelten más almidón en el caldito. Las ponemos en
una cazuela junto con la cabeza de ajo y el laurel y añadimos agua solamente hasta
que las cubra. Las ponemos a fuego medio hasta que brote el hervor, bajamos a
fuego lento y las dejamos hasta que estén blanditas.
En una sartén aparte y
con un chorrito de aceite (una o dos cucharadas) ponemos la panceta cortada en
lonchas de tamaño grande. Cuando veamos que estén doradas y crujientes, las
retiramos sobre un papel para que absorba el exceso de grasa. En esa misma sartén y con el aceite aún caliente, aunque retirado ya del fuego, ponemos la
mezcla de pimentón y sofreímos ligeramente.
Echamos las patatas en un
bol y las aplastamos con ayuda de dos tenedores. Añadimos el aceite con el
pimentón y seguimos removiendo hasta que quede una pasta en la que se noten las
patatas. Echamos los ajos exprimiendo la cabeza y lo incorporamos al guiso.
Acompañamos de los
torreznos repartiendo por el plato. Y a comer.