En este tiempo de recogimiento (yo me sigo negando a llamarlo
confinamiento y por tanto prefiero cualquier otro eufemismo), resulta complejo
y hasta tedioso bajar al mercado a comprar viandas y, por lo general, esto
lleva a la creatividad para cocinar con lo que hay por casa.
Hace unos días, el clima cambió bastante y pasamos de tener un
calorcito primaveral, a un fresco más que respetable, así que se nos ocurrió
que una sopita de cebolla, en plan francés, que suena mejor, podría resultar la
mar de suculenta y nos dispusimos a mirar por la nevera y la alacena para
comprobar que teníamos los ingredientes necesarios.
La sopa de cebolla admite multitud de ingredientes, pero básicamente,
nos basta con mantequilla, las cebollas, caldito, o en una mala, agua, pan duro
y queso. Nosotros buscamos la sofisticación y añadimos algún ingrediente más,
que era gratis y no lo íbamos a dejar que se echara a perder.
2 cebollas
1 nuez de mantequilla
1 vasito de vino blanco
1 cucharada de harina
Caldo de verduras
Queso rallado o en lonchas
1 loncha de cecina
4 rebanadas de pan duro por persona
Lo primero que hicimos fue un caldo, que ya tenía elaborado, con el
verde de dos puerros, una zanahoria, una hoja de laurel y unos huesos de pollo
que guardé de unas alitas que hice hace un par de días. El caldo se puede hacer
cociendo todo directamente, pero sale mucho más rico si rehogamos previamente
las verduras, así que tomad nota: Ponemos un chorrito de aceite en una cazuela,
sofreímos bien los huesos de pollo y reservamos. Picamos el verde de los
puerros, bien lavados y la zanahoria, y lo rehogamos también en el mismo aceite
hasta que quede bien pochado. Añadimos los huesos y cubrimos con agua. Dejamos
cocer a fuego muy suave durante unos 45 minutos y ya tenemos un caldito sublime.
Para hacer una buena sopa de cebolla, es preciso cortarla en juliana
fina y pocharla en una cazuela con la nuez de mantequilla y una pizca de sal,
pero en blanco, es decir, sin dejar que se dore. Un buen consejo es seguir las
normas de Dani García y añadir un par de cucharadas de caldo para que se poche
bien y así, no nos preocupamos de que se queme o se dore. Cuando esté
transparente, o sea, bien caída, añadimos una cucharadita de harina y un vasito
de vino blanco. Es más que probable que este paso sea una aberración para
algunos puristas, pero la experiencia demuestra que el vinito aporta un plus de
sabor y la harina, ese toque de cremosidad tan rico. Yo la hago así.
Una vez que observemos que la harina esté cocinada y el vino haya
perdido parte de su alcohol, añadimos el caldo y dejamos cocer a fuego muy bajo,
que chopchopee bien.
Mientras tanto, cogemos la loncha de cecina y la metemos en el microondas
4 minutos para que quede crujiente. La sacamos y dejamos que se enfríe, porque
en caliente siempre va a quedar algo gomosa, y eso no nos interesa. Al cabo de
unos minutos, podemos aplastarla con los dedos y nos quedarán esas virutas crujientes.
Cuando veamos que la sopa esté bien hecha, que serán aproximadamente
20 minutos de chopchopeo, la emplatamos en una cazuela de barro, le ponemos las
rebanadas de pan por encima, esparcimos el queso rallado, o la loncha de queso
y la metemos en el horno en modo grill hasta que el queso se funda. Por último,
espolvoreamos las virutas de cecina.