Hoy, día de la
Inmaculada, se me ha antojado un bacalao al pil-pil. No estaba ni mucho menos
pensado, pero al sacar a Dunita a pasear, me he encontrado con José, el
propietario y chef del restaurante Tras Os Montes, que también se encontraba
paseando a Pipo, su perro. Y charlando con él es cuando se me ha venido a la
cabeza la idea. Tenía en el congelador unas piezas de lomo al punto de sal y
las he sacado por la mañana, en cuanto he vuelto del paseo, para que estuvieran
preparadas a mediodía, pero al sacarlo del envase, he visto que venía una
receta en el envés y se me ha antojado que, un poquito mejorada, podría
resultar algo rico. En realidad, se trataba de algo parecido al bacalao a la
catalana que preparaba, “flatus vocis” mi madre. Hablaba de un sofrito de
cebolla, pimiento verde y tomate. Lo cierto es que el pil-pil está lejos de las
recetas que prepara José y por eso se me había antojado, pero…
La verdad es que los
humanos solemos ser bastante reiterativos y, cuando una receta nos gusta, la
repetimos hasta la saciedad sin tener en cuenta que hay multitud de
alternativas. Eso mismo nos ocurre en el trabajo cotidiano. Hacemos siempre lo
mismo por aquello de que parece que queda bien, sin barajar otras alternativas
que, seguramente, pueden resultar mejores, pero sencillamente, no nos
molestamos en probar.
Para la elaboración de
esta receta he seguido más o menos lo que decía en la etiqueta, pero siempre
hay cosas que se pueden mejorar.
3 lomos de bacalao (que
son los que vienen en el pack)
1 pimiento rojo (en la
etiqueta hablaba de verde, pero yo lo tenía rojo)
1 cebolla
2 tomates
2 dientes de ajo
1 vaso de cerveza (en la
receta era vino blanco, pero tampoco había)
1 cayena
Aceite de oliva virgen
extra
Lo primero que he hecho,
conforme a la receta original, ha sido picar la cebolla y el pimiento, laminar
los dientes de ajo y poner agua a hervir para escaldar los tomates.
He puesto aceite en una
sartén y he echado la cebolla, el pimiento y el ajo con una pizca de sal para
que se fueran pochando a fuego muy lento. He puesto los tomates en el agua
cociendo durante diez segundos, los he sacado y los he puesto bajo el chorro de
agua fría. Luego los he pelado y cortado en cubitos, y los he incorporado al
sofrito anterior. A partir de aquí, todo lo que va a ocurrir no estaba escrito
en la receta de la etiqueta.
Cuando he visto que estaba
todo bien blandito, he añadido un vaso de cerveza, he subido el fuego y he
dejado que redujera durante unos minutos. Luego, he vuelto a bajar el fuego, he
añadido la cayena machacada y he tapado la sartén para que siguiera chopchopeando
durante un ratito más.
Cuando el aroma resultaba
sublime, he apagado el fuego y lo he dejado atemperar. He puesto el sofrito en
el vaso batidor y lo he pasado por la “Minipimer” hasta hacer una especie de
puré-salsa, que he vuelto a poner en la sartén.
Unos minutos antes de
comer, he puesto el fuego a intensidad media y, conforme ha comenzado a
chopchopear, he colocado los lomos boca abajo, es decir, con la piel por
encima, conforme rezaba en la etiqueta, pero no los he dado la vuelta, sino que he
puesto la tapa y he dejado que se hicieran durante unos cinco minutos.
El resultado ha merecido
la pena porque, no solamente estaba exquisito, sino que con el resto de la
salsa sobrante, me voy a preparar unos espaguetis para uno de estos días que,
seguro, andaré más pillado de tiempo.
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