Hace ya unos cuantos años y en una taberna del barrio de Argüelles pedí una ración de patatas bravas pues me habían dicho que ahí servían las mejores de Madrid, y al probarlas, di fe de las bondades del producto. Pregunté cómo hacían la salsa y me contestaron que ese era su secreto mejor guardado. Yo seguí indagando y añadí que bueno, que aparte del tomate y la salsa Tabasco algo más llevaba. Entonces, le saqué buena parte del secreto porque su respuesta fue que no llevaba ni tomate ni salsa picante, solo harina y pimentón. Unos días más tarde, probé varias formas de obtener esa salsa brava y di con la solución.
Si nos damos un paseo por
internet y buscamos la receta de patatas bravas o directamente de la salsa
brava, nos vamos a encontrar con varias opciones. Por un lado, las que llevan
salsa de tomate entre sus ingredientes, amén de cebolla y ajo y por otra las
que eliminan el tomate, aunque hay un sinfín de maneras de hacerla conforme a
Internet por aquello de cada maestrillo tiene su librillo.
Las bondades del picante son
innumerables, tanto a nivel psicológico como en el biológico y esta salsa es
picante y rica como ella sola.
Mi manera de hacerla es sumamente
simple y se acerca muchísimo a la de los mejores bares, naturalmente sin
tomate, ni ajos, ni cebolla. Se trata simplemente de una veluté elaborada en
unos minutos y vamos a necesitar simplemente caldo, dos cucharadas de pimentón
de La vera dulce, una cucharada de pimentón de La Vera picante. Una cucharada
de harina y AOVE.
Lo primero que haremos será poner
en una sartén un par de cucharadas de AOVE a fuego muy suave. A continuación,
añadimos el pimentón y removemos bien con cuidado para que no se queme.
Añadimos una cucharada de harina y cocinamos para evitar que quede cruda
removiendo. Añadimos el caldo y dejamos que se elabore. La textura debe de ser
como de una besamel.
Yo se la he puesto a un poco de
tortilla de patata que me sobró de ayer y ahora está más rica.