El surimi es al padre de nuestras gulas, inventadas por Álvaro
Azpeitia por una cuestión de economía. En psicología es sabido que cuando la
soga aprieta, las personas nos volvemos muy creativas y ese fue el caso de
nuestro protagonista de hoy. El director general de la empresa Angulas de
Aguinaga, se encontró con el doble problema de que, por un lado, la ría se
contaminó y, por otro que las angulas escaseaban por esa misma causa. La
empresa empezó a tambalearse y fue en un viaje a los Estados Unidos cuando
Azpeitia conoció a los productores del surimi, que por aquellos tiempos era un
auténtico desconocido por estos lares. Quiso la fortuna que después de otro
viaje a Japón, invitado por los productores del surimi, le propusieran elaborar
su producto en España, pero Azpeitia, vasco él, lo que se propuso fue aprender
el proceso de producción y convertirlo en lo que hoy conocemos como las gulas.
En la psicología de la forma (Gestalt) se sabe que el cerebro es capaz de convertir un
producto en otro si las cosas se hacen bien, porque hay unas leyes que lo
rigen. Así que después de hacer unas cuantas pruebas, Azpeitia dio con lo que
buscaba, un producto que daba toda la sensación de ser angulas, entre otras
cosas, porque era el mayor productor de Angulas del mundo. Cuentan que cuando
las dio a probar las primeras veces a los críticos culinarios, estos se pensaban
que eran angulas de Francia o de Marruecos hasta que descubrieron que no tenían
ojos.
Cocochas de bacalao
Surimi o palitos de cangrejo
Ajo
1 guindilla
Perejil picado
AOVE
Lo primero que haremos será trocear las cocochas en cubitos y laminar
el ajo.
Ponemos unas cucharadas de AOVE en una sartén. Es importante que no cubra
el fondo de la sartén y que lo pongamos a fuego medio alto para hacer un
crujiente con las láminas de ajo. Una vez que lo tengamos, bajamos el fuego al
mínimo y añadimos la guindilla troceada y los cubitos de cocochas. Hay que
dejarlas confitar a fuego muy suave y sin parar de removerlas con una cuchara
de palo y agitando la sartén, lo que va a favorecer que el calor baje y las
cocochas suelten su gelatina para convertir la salsa en un pil-pil.
Cortamos los palitos de surimi a lo largo y en juliana y los añadimos
a la sartén cuando veamos que las cocochas están blanditas y el pil-pil muy bien
ligado. Seguimos removiendo para que se produzca el matrimonio de sabores, es
decir, que el surimi coja todo el sabor de la salsa y de las cocochas.
Rematamos la faena con el perejil picado y servimos calientes.
Un buen trozo de pan calentito y un vaso de vino blanco serán todo el
acompañamiento que necesiten, porque están realmente impresionantes.
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