El apellido “de la abuela” hace presagiar uno de esos platos
ancestrales y ricos a más no poder y, efectivamente, el pollo que traigo hoy al
blog es una de esas recetas.
El hecho de transportarnos a nuestra más tierna infancia suele
resultarnos algo muy grato, porque, a pesar de que de niños no tenemos los
medios necesarios para afrontar algunos retos, es esa dependencia de los
adultos la que nos hace ser felices.
4 contramuslos de pollo (en mi caso lo hice con una alita, un muslo y un trozo de pechuga porque lo hice solo para mí)
1 hueso de jamón (o huesos de pollo)
1 pimiento rojo
2 cebollas
2 hojas de laurel
2 dientes de ajo
3 cucharadas de tomate tamizado
1 vasito de vino blanco
Pimentón de La Vera
AOVE
Sal
Lo primero que haremos será poner en una cazuela un chorrito de aceite
y echar el pollo a fuego más bien fuerte porque lo que nos interesa es que
quede crujiente, pero no que se cocine. Lo retiramos y reservamos.
En la misma cazuela pondremos un poco más de aceite y añadiremos el
pimiento, la cebolla y los dientes de ajo previamente picados. A mí me gusta en
brunoise. Dejamos que se fría a fuego suave. El pimiento utilizado era de lata
y aproveché el agua para añadirlo al guiso, de esta manera se facilita la
acción del pochado. Una vez que veamos que está tierno, ponemos una cucharadita
de pimentón. Como siempre, yo pongo un poquito de picante y otro poco del
dulce, añadimos el tomate y esperamos a que se sofría. Cuando veamos que el
tomate está frito, añadimos el vasito de vino y una hoja de laurel y subimos un
poco el fuego.
Ponemos el pollo que habíamos reservado y recubrimos con caldo.
También se puede cubrir con agua, pero queda mucho más de abuela un buen
caldito.
Para el caldo, como no tenía huesos de pollo, pero sí de jamón, utilicé
uno. Para que quede un caldo rico, es necesario dejar que el hueso quede
rustido y, al ser de jamón, no hace falta poner nada de aceite. Añadimos agua,
una cebolla y la otra hoja de laurel y dejamos que se vaya haciendo a fuego suave.
Esto nos va a llevar una hora o más y hay que controlar que no se evapore
demasiado el agua.
Siguiendo con nuestro pollo y una vez cubierto con el caldo, lo
dejamos a fuego suave hasta que el pollo quede blandito. En mi caso, la salsa
quedó demasiado caldosa, así que saqué el pollo y subí el fuego a tope para que
redujera y quedara la textura deseada.
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