Hace unos diez años, movía un
volumen de algo más de 93 kilos y se me antojó que era demasiado, así que
decidí que debía bajar algo de peso.
En algunos manuales aconsejaban
cerrar el pico como medida más rápida de reducir el sobrepeso, en otros daban
algunos consejos como el de comer solamente verduritas, carnes a la plancha y
pescados al vapor. Al parecer, nadie pensaba en una solución menos drástica y,
sin embargo, más duradera, porque, de hecho, las personas que conozco que se
han sometido a planes y regímenes digamos duros, han recuperado su peso
original en apenas unos meses, por ejemplo, mi hermano.
Es evidente que, si rebajas un
poco, pero eso sí, solamente un poco la cantidad de alimento ingerido va a
coadyuvar con el fin deseado de rebajar también el peso y, si además eres
constante, aunque al principio cueste un poco, con el tiempo te vas a
acostumbrar a desechar ese sobrealimento que genera el sobrepeso. Un paso más
es programar el tipo de alimentación diaria de suerte que si combinamos los
elementos básicos, conseguiremos comer de manera variada sin tener porqué renunciar
a ningún plato de esos que molan.
Con este planteamiento y a
sabiendas de que como todo en esta vida requiere constancia, paciencia y un
poco de fuerza de voluntad, se puede disfrutar de una alimentación saludable.
Karlos Arguiñano suele decir que hay que comer un poco de todo y un nada de
mucho, y no le falta razón.
Si planteamos un programa semanal
de recetas, es importante que, si el lunes nos hacemos unas legumbres,
naturalmente acompañadas con algo de enjundia (choricito, oreja, panceta…) el
martes podemos hacernos un bacalao al ajoarriero, que no está nada mal. Para el
miércoles, un entrecot, o un solomillo a la parrilla con guarnición de patatas o
verduras, no deja de ser una delicia sana y con un buen aporte de proteínas y
hierro. El jueves es un día magnífico para dedicarlo solamente a las verduras,
como por ejemplo un brócoli, unas coles de Bruselas, una coliflor o un repollo
y, para semanas posteriores, podemos preparar una lombarda o una ensaladilla
rusa. Para el viernes, podemos preparar un guiso de conejo o pollo y guardar lo
que nos sobre para una magnífica paella valenciana que degustaremos el domingo.
Nos queda el sábado, ese día en el que podemos dedicar un buen rato a la
relajación en la cocina y enfrascarnos en alguna receta de más enjundia, como,
por ejemplo, unos calamares en su tinta, algo de pasta con salsa boloñesa o
carbonara, o un magnífico suquet de rape.
Lo ideal es no repetir menú,
aunque nos adaptemos a los elementos básicos, es decir que en el tema de las legumbres, podemos alternar cada semana las alubias blancas por pintas o rojas, un cocido
con garbanzos o unas lentejitas. El bacalao al ajoarriero lo podemos cambiar
por unas cocochas con gulas al pilpil, una merluza en salsa verde o cualquier
otro pescado. El día de las carnes rojas, anda que no hay dónde elegir: un
ragú, unas carrilleras, de cerdo o de ternera, una caldereta de cordero o,
porqué no, unos callos o un codillo. En cuanto a las verduras, hay también unas
cuantas posibilidades además de las apuntadas, como por ejemplo un hervido valenciano
con su patata, su cebolla su tomatito y sus judías verdes. El día de las carnes
blancas, también hay un abanico bastante atractivo como unas chuletas de cerdo
a la plancha, unas costillas al horno, un magret de pato, unas pechugas de
pavo, unos sanjacobos… Total nada. En cuanto al sábado, sigo apelando a la
creatividad porque es ese día loco en el que podemos cocinar sin prisas y, por
último, a mí los domingos me gusta hacer algún arroz seco en paella, meloso de
carne o marisco y, por supuesto, una fideuá.
El capítulo de cenas es igual.
Tengo por costumbre hacerme un bocadillito, que voy combinando en función de la
comida. El más habitual es el de jamón de ibérico de bellota solo, con tomate
rallado, con queso manchego curado o todo junto. Pero también me apetece de
sardinillas en tomate, de mejillones en escabeche, alguna ensalada, un revuelto
de ajetes si es temporada como ahora, unos tirabeques con jamón, alguna sopita
ligera o, como esta noche, unas gulas a la bilbaína quizá con un poco de
beicon.
Como se puede apreciar, no paso nada de hambre, como lo que me da la gana, siempre acompaño las recetas con un poquito de pan y… lo más importante, en estos años he bajado de los 93 kilos a 81.
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