Esta es una de esas recetas que requieren paciencia. Son varios los
pasos que vamos a dar para llegar a la conclusión del plato, pero merece la
pena.
En primer lugar hay que seleccionar las piezas. Hoy estaban en oferta
unos magníficos chipirones que se apreciaba desde lejos su frescura y, claro,
me he enamorado de ellos. Le he pedido a la pescadera que me pusiera medio kilo
de ejemplares de un tamaño similar y me he venido con ellos a casa.
Antes incluso de pensar cómo los iba a hacer, me he puesto limpiarlos, porque limpiar estos bichos
requiere su arte. Lo primero es coger con una mano el chipirón y con la otra
introducir los dedos lo más a fondo que podamos para extraer de una sola tacada
todo el interior. Si podemos llevarnos toda la pluma, que es el
esqueleto, mejor, pero si no, hay que introducir bien profundo los dedos índice
y corazón para llegar hasta el resto. Posteriormente se quitan las aletas y la
piel, aunque este extremo va en gustos. Luego se le da la vuelta como un
calcetín para que nos quede la parte interior en el exterior y terminamos de
limpiar bajo el agua retirando los restos que queden y la piel. Solo entonces
será el momento de volver a darle la vuelta al chipirón para dejar el interior
en el interior y el exterior en el exterior.
Ahora tenemos tres piezas: por un lado el cuerpo del calamar, por otro
las aletas y por otro las patas con todas las vísceras en el lado contrario. A
mí me gusta cortar con una puntilla desde los ojos para quedarme solo con las
patitas y, apretando un poco sale la boca con el pico, que también retiramos.
Opcionalmente podemos retirar y reservar la tinta, cosa que yo siempre hago, y aunque estos
chicos traían bastante poca, me gusta añadirla a la salsa porque le aporta muy
buen sabor.
Ahora que ya tenemos limpios los chipirones es el momento de pensar
cómo nos apetecen y, como estoy de vacaciones y con todo el tiempo por delante
he decido hacerlos rellenos y con salsa de tomate.
2 chipirones por persona (en mi caso porque si son pequeños pondríamos
3)
2 lonchas de panceta también por persona
2 huevos
3 cebollas grandes
3 dientes de ajo
2 tomates grandes maduros (o en su defecto un bote de tomate
triturado)
1 vasito de vino blanco
Pimentón de La Vera picante
Aceite de oliva virgen extra
Sal
Una vez dado el paso de la limpieza, que nos habrá llevado un rato,
picamos las patas y las aletas de los chipirones, y las lonchas de panceta y
reservamos.
En primer lugar ponemos los huevos en una cazuela y dejamos cocer unos diez minutos desde que empiece la ebullición. Cuando estén cocidos, los dejamos enfriar, los pelamos y los picamos para añadirlos al final al relleno.
Ponemos un poco de aceite de oliva virgen extra en una sartén y
comenzamos friendo los ajos picaditos. Cuando veamos que empiezan a bailar,
añadimos una cebolla también picada, ponemos una pizca de sal para que sude
antes. Una vez que veamos que la cebolla empieza a estar transparente, añadimos
la panceta también picada y las patitas y aletas de los chipirones. En este
punto diré que unas gambitas troceadas también le aportan su aquel, pero yo no
las añadí. Cuando veamos que está todo frito, añadomos los huevos picados, removemos, retiramos y reservamos.
En una cazuela ponemos aceite de oliva virgen extra y las otras dos cebollas
(en este caso no hace falta que las piquemos demasiado porque la salsa la vamos
a batir) con una pizca de sal. Cuando veamos que estén hechitas, añadimos el
pimentón, que también puede ser dulce, pero a mí me gusta que la salsa pique un
pelín. Removemos y añadimos el tomate.
Ponemos en el vaso de la batidora las tintas y el vasito de vino,
batimos y colamos. Si las tintas hubieran sido más grandes habrían teñido el
vino a negro, pero en nuestro caso lo único que hicieron fue aportar sabor.
Cuando veamos que el tomate ya está frito, añadimos el vino y dejamos
unos minutos para que pierda el alcohol y se incorpore al guiso.
Una vez que la farsa o relleno se haya atemperado, vamos rellenando
los chipirones y cerrando con un palillo para evitar que se salga. Si los
rebozamos un poquito en harina, la labor resultará más sencilla, pero yo no lo
hice.
Ponemos en una sartén una generosa cantidad de aceite y sin esperar a
que se caliente demasiado vamos friendo los chipirones. Si el aceite está
demasiado caliente, es muy fácil que se abran los chipirones y se salga el
relleno y como luego van a seguir cociendo, no importa que queden menos fritos.
Volvemos con la salsa y le pasamos la batidora hasta que quede una
salsa espesa. Si se quiere se puede colar, pero si la cebolla está bien
fritita, queda mejor tal cual.
Añadimos los chipirones y dejamos que cuezan a fuego lento durante
unos diez minutos.
Podemos decorar con una pizca de perejil picado, pero eso es
totalmente opcional. Lo que ya no es opcional es acompañarnos de un buen trozo
de pan recién horneado para mojar en la salsa.
Como vemos, la tinta aporta un ligero color algo más oscuro y un sabor magnífico
Como vemos, son varios los pasos que hay que dar y lleva su tiempo
hacerlos, pero psicológicamente, es muy enriquecedor porque desarrollamos la
paciencia y la motivación intrínseca.
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