Hace ya unos cuantos años (más de los deseados) reinaba en España la
cocina francesa. En aquellos tiempos gloriosos, los restaurantes estaban
poblados de platos venidos de Francia y entre ellos figuraba el famoso "solomillo
cordon bleu" también citado como "escalope cordon bleu" por
algunos restaurantes más humildes que no se permitían utilizar el solomillo, y
que no era otra cosa que un filete partido por la mitad, relleno de queso y
jamón, y rebozado en pan rallado. No parece que sea algo tan sublime como para
elevarlo a los altares del "Cordon Bleu", que es la denominación de
la excelencia culinaria en los fogones. Lo cierto es que en principio pensaba
que los sanjacobos eran una versión aún más humilde del escalope, pero al
parecer nada tienen que ver ni en el origen, ni en el tiempo. Siendo que la
aparición del sanjacobo es anterior.
Yo me he permitido versionarlos y en lugar de jamón he utilizado
pechuga de pavo y el queso que he ubicado en su interior es holandés, pero en
suma, el resultado varía poco.
En todos los años que llevo trabajando en el colegio no he visto
ningún niño que le haga ascos al sanjacobo, sin embargo no tengo que salir de
casa para comprobar que mi hijo los odia.
1 paquete de lonchas de pechugas de pavo cocidas
2 lonchas por sanjacobo de queso fondant
1 huevo
Pan rallado
Aceite de girasol
Salsa Adschika (para acompañar)
Como vemos no aparece la sal y en contra de mis gustos el aceite que
vamos a utilizar es de girasol. La razón es que este tipo de aceite va muy bien
en las frituras y al colocar los sanjacobos sobre una hoja de papel de cocina,
absorbe el exceso de aceite con gran facilidad. El tema de la sal es
sencillamente porque los productos que vamos a utilizar vienen convenientemente
salados.
La receta es tan sencilla como colocar una loncha de pavo, dos de
queso encima y por último otra de pechuga.
Batimos el huevo, pasamos el sanjacobo en crudo por pan rallado, por
el huevo y de nuevo por pan rallado y lo freímos en abundante aceite. Luego lo
sacamos y lo dejamos secar sobre papel de cocina.
Se puede acompañar de unas patatas paja, pero yo me he decantado por
una salsa rusa que es algo así como una salsa de tomate enriquecida con chiles
y ajo.
El crujiente del exterior contrasta con la cremosidad del queso
La ejecución de esta receta no tiene nada que ver con la anterior,
pero el resultado es lo suficientemente rico como para dedicarle una entrada
ahora que ando ocioso.
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