martes, 1 de noviembre de 2016

CODORNICES ESTOFADAS CON CHOCOLATE

Algunas veces, cuando abro la nevera, me encuentro algo inesperado, como me ocurrió ayer. Había cuatro codornices preciosas y mi imaginación voló de inmediato hacia los fogones y las vi en una cazuela humeante con aromas diversos.

Abrí el cajón de las verduras y había exactamente lo que necesitaba para darles forma: zanahorias, cebollas, pimientos, tomates y ajos.

No voy a entrar a desglosar las propiedades nutritivas de las codornices, basta decir que tienen un alto contenido en proteínas de alto valor biológico, amén de no tener apenas grasa, lo que desde el punto de vista psicológico es un valor añadido.

4 codornices
2 zanahorias
1 cebolla grande
½ cabeza de ajos
½ pimiento verde
½ pimiento rojo
3 tomates maduros
1 vasito de vino tinto
½ vasito de vino blanco
1 ramita de romero
1 hoja de laurel
2 onzas de chocolate puro (70% de cacao)
Pimentón de La Vera dulce y picante
Aceite de oliva virgen extra
Sal

Lo primero que hice fue inspeccionar las codornices y quitarles todos los plumones que quedaban, en especial por debajo de las alas. A continuación, les quité las vísceras que aún contenían, que no sé muy bien por qué, pero cuando se supone que vienen limpias, siempre se dejan el corazón y una parte de los pulmones.

A continuación, las bridé para que conservaran la forma recogida, que siempre quedan más vistosas, las sazoné con sal y pimienta y las freí a fuego vivo en un cazo con una pizca de aceite para sellarlas bien. Una vez que estaban doraditas, las saqué de la cazuela y las reservé en un plato.

Como la idea era batir la salsa, no me calenté mucho la cabeza y corté la cebolla y los pimientos en juliana, las zanahorias, las hice en rodajas gordas, el tomate, en cubitos pequeños y después de haberlos escaldado y pelado y el medio ajo entero.

En el mismo cazo y con el mismo aceite de haber sellado las codornices, puse la cebolla, los pimientos, los ajos y la zanahoria a sofreír con una pizca de sal y el fuego muy suave y con la olla tapada. Una vez que estaban blanditas, añadí el pimentón y tras sofreírlo ligeramente, añadí el tomate y ya, subí el fuego para que se deshidratara. A continuación, añadí los dos vasitos de vino y, con el fuego vivo, esperé a que se evaporara el alcohol, añadí el chocolate y ya, con el fuego apagado, puse todo en el vaso batidor y lo batí bien.

Devolví el puré resultante a la cazuela, añadí las codornices, puse la ramita de romero y la hoja de laurel y recubrí con agua.

A partir de aquí es solo cuestión de esperar, con el fuego muy suave y dejando que chopchopearan tranquilamente.

45 minutos después, la carne ya estaba blandita y la salsa volvió a espesar lo suficiente como para untar unas sopas de pan.



En mi caso las acompañé con una patata asada en el microondas, partida en dos y con una pizca de pimentón.

Otra forma de servir deshuesadas y con arroz blanco




martes, 25 de octubre de 2016

PIMIENTOS DEL PIQUILLO RELLENOS DE BONITO

El otro día llovía a cántaros y resultaba descorazonador abandonar el calor del hogar para ir a comprar comida, así que revisé en la despensa a ver si me podía ahorrar el paseo y, en efecto, descubrí que había un bote de ricos pimientos del piquillo asados, un buen número de latas de atún y bonito, y tomate tamizado, que aquí nunca falta. Con estos ingredientes, una cucharada de harina, un poco de aquí y otro poco de allá, y un poco de imaginación, había suficiente para elaborar una comida más que suculenta.

1 bote de pimientos del piquillo asados
1 bote de bonito al natural
1 bote de tomate tamizado
1 cebolla
2 dientes de ajo
1 cucharada de harina
1 vaso de leche
Pimentón de La Vera dulce
Aceite de oliva virgen extra
Queso rallado
Sal

En primer lugar, picamos la cebolla y el ajo en trozos menudos y los ponemos en una sartén con un poco de aceite y una pizca de sal. Cuando veamos que están blanditos añadimos el pimentón y acto seguido medio bote de tomate y damos vueltas para que se entremezcle todo bien.

Ahora abrimos el resto de los botes, empezamos por los pimientos y vamos seleccionando los más bonitos y enteros para que no se nos salga la farsa. Luego abrimos el bonito y lo ponemos en un bol, desmenuzándolo lo mejor posible.

Una vez que tengamos el sofrito bien deshidratado y blandito, lo añadimos en el bol  con el bonito, mezclando bien para conseguir una pasta compacta.

Rellenamos los pimientos con ayuda de una cuchara y los vamos poniendo en una cazuela de barro.

Ahora vamos a elaborar una besamel, para lo cual, ponemos en una sartén un chorrito de aceite o mantequilla (yo casi siempre me decanto por el aceite de oliva), añadimos la cucharada de harina y removemos para que se cocine bien. A continuación, ponemos la leche caliente para evitar que se hagan grumos y removemos hasta que adquiera la consistencia deseada, que no debe ser ni demasiado sólida, ni demasiado líquida.

A mí me sobro farsa, así que la aproveché para rellenar los huecos dejados entre los pimientos, y encima vertemos la besamel procurando que cubra toda la cazuela.

Ahora podemos dejarlo en la nevera y terminarlo mañana, porque ya solo nos queda cubrir con el queso rallado y dejar que se gratinen en el horno.


Como en la nevera están demasiado fríos, yo los pasé durante un par de minutos por el microondas para atemperarlos y así ponerlos directamente debajo del grill durante cinco minutos. Por cierto que, con el calor residual, descongelé pan, que es un elemento indispensable para la degustación.



sábado, 24 de septiembre de 2016

COCINA DE APROVECHAMIENTO: EMPANADILLAS CRUJIENTES

Hace ya algún tiempo dije que algún día hablaría de los hermanos Torres y hoy es un buen momento para hacerlo.

Se trata de dos simpáticos personajes que nos amenizan a partir de las 13,20 en TVE con un programa de cocina que, aunque va cambiando el formato, no ha modificado en nada su esquema. “Siempre hay un buen momento para cocinar”, viene a ser el lema que repiten al finalizar cada uno de sus programas y reiteran una y otra vez las bondades de la cocina de aprovechamiento, aunque, en alguna ocasión, el aprovechamiento consista en un dispendio descomunal, como el lomo de bacalao que sacaron hace algunos días. Sin embargo, la idea es óptima, porque muchas veces vamos acumulando alimentos en la nevera, en el congelador o en la despensa, que conviene ir dando salida, como ayer me ocurrió a mí.

Había apetito, que eso es lo primero que debe haber para ingeniárselas de manera creativa, así que miré en el frigorífico y descubrí que había un pequeño tarro con salsa de tinta de los calamares que elaboré hacía un par de días. Tengo por norma, también, conservar la clara de los huevos si la elaboración solamente precisa de la yema o, al contrario. La cosa es no tirar nada, porque en algún momento dado, puede venir bien. Ayer me hice un steak tartar en el que solo usé la yema, por lo que quedó esa clara. También descubrí media lata de bonito en aceite de oliva de cuyo resto, Gloria había dado buena cuenta, pero era suficiente. Y, por último, descubrí un tarro con tomates secos que había puesto a hidratar en aceite de oliva virgen extra antes de irme de vacaciones.

Corté el tomate en tiras y después en cubitos, lo mezclé con el bonito y lo dejé aparte, mientras esperaba a que se escurriera un poco el caldo de la salsa de tinta en un colador.

Entre tanto, hice una masa con harina, una clara de huevo y un chorrito de aceite y la dejé en un bol cubierto don film para que reposara. Llegado este punto, decidí que era un buen momento para bajar a dar un paseo con Duna.

Cuando regresamos, volvimos a ponernos manos a la obra. Hablo en plural porque a Duna le encanta hacerme compañía mientras cocino, entre otras cosas, por si le cae algo que echarse al hocico. Así que junté la salsa de tinta con el tomate y el bonito y lo mezclé bien rompiendo los trozos más gordos del pescado de manera que quedara una pasta fina y me puse con la masa.

Había transcurrido casi media hora y la masa estaba asentada y perfectamente moldeable. La puse sobre un trozo de papel de hornear y la fui dando forma redondeada. Coloqué la pasta en el interior de la masa procurando no sobrepasar el centro de la misma, para poder doblarla bien. Encendí el horno para que se fuera precalentando y lo puse a tope para poder dejarlo en unos 150º. Entre tanto finalicé la elaboración de mis empanadillas doblándolas, cerrándolas con ayuda de un tenedor y un poco de clara de huevo para que sellara bien y pintándolas con más clara de huevo. El hecho de poner clara de huevo en la elaboración de la masa y luego en el exterior es porque salen mucho más crujientes al hornearse. En unos diez minutos, con la placa y el grill encendidos, aparecieron mis magníficas empanadillas.

El procedimiento es sencillo, y de esta manera saqué de la nevera unos productos que, de lo contrario, habría que haberlos tirado. Podía haber utilizado otras cosas, pero esto es lo que había y me pareció perfecto. También podíamos haber cambiado la empanadilla por otra elaboración, pero itero que esto estaba muy bien.


Volviendo al tema de los hermanos Torres, tienen situaciones ciertamente divertidas, como su eterna discusión de si echar primero el ajo o la cebolla. Sergio es partidario de poner primero la cebolla porque dice que tarda más en hacerse que el ajo. Javier, por el contrario, prefiere poner primero el ajo para que salga más doradito. En este caso estoy de acuerdo con él. Sin embargo, Javier es amante del cilantro y Sergio lo odia, como yo. Otra escena que se me quedó grabada fue un concurso de tortillas que se montaron entre los hermanos y demuestra la genialidad de estos personajes. A Sergio se le quedó pegada a la sartén. Podían haber cortado para hacerla bien, pero no fue así, sino que el pobre tuvo que aguantar estoicamente las burlas de su hermano. Son cosas que a todos nos pasan y no hay ninguna razón para ocultarlas… ¿no?



sábado, 3 de septiembre de 2016

RIÑONES DE CORDERO LECHAL AL JEREZ CON MOSTAZA

Como todos mis lectores saben, tengo cierta predilección por comprar los alimentos en el mercado o en las tiendas de mi barrio. Esto es, en muchas ocasiones, una ventaja, pero casi siempre acabo enamorándome de algún producto que no estaba en el guión y suele acabar viniéndose conmigo. Es el caso de ayer, fui a comprar una barra de chocolate y al pasar por la carnicería vi una bandejita con riñones de cordero ya preparados, es decir, limpios, y abiertos por la mitad. Lo cierto es que volví a casa solamente con mi barra de chocolate, pero al despertar de la siesta, aquellos riñones empezaban a oler bien en mi imaginación y no me quedó más remedio que bajar a comprarlos.

Quince minutos después ya los tenía sobre la tabla. Venían limpios, pero los volví a lavar con un buen chorro de agua y les quité el exceso de grasa y la piel que los recubre. Además de los riñones vamos a necesitar:

1 cebolla
1 vaso de vino de Jerez (o similar)
1 cucharada sopera de mostaza.
Caldo de ave (para recubrir)
Aceite de oliva Virgen Extra
Pimentón de La Vera picante
Pimienta
Vinagre
Sal

El paso siguiente, una vez que tenemos los riñones limpios es ponerlos a marinar en un cazo con vinagre y agua y dejarlos macerar durante unos 15 minutos, hasta que veamos que están totalmente limpios y los pasamos de nuevo por debajo del chorro de agua. Los cortamos por la mitad y los ponemos en una sartén con aceite bien caliente para que sellen. Los retiramos y reservamos.

Picamos la cebolla en brunoise y la ponemos en la sartén a fuego muy lento con una pizca de sal para que se ablande bien. Cuando veamos que está hecha añadimos el pimentón y dejamos que se fría, pero sin pasarse para evitar que amargue. Cortamos la cocción con el vino y subimos el fuego para que vaya evaporando el alcohol. A continuación, ponemos la mostaza, removemos y añadimos los riñones. Recubrimos con el caldo de ave y dejamos que cuezan a fuego muy lento durante unos quince o veinte minutos.

Si vemos que la salsa queda deslavazada, subimos el fuego a tope, destapamos la sartén y dejamos que reduzca hasta que quede espesita.
  

Yo los acompañé con unas patatas fritas y, naturalmente, bien de pan.




viernes, 26 de agosto de 2016

PATATAS CON SEPIA

Agosto ya va entrando en su recta final y no es cosa de comprar comida a lo tonto, así que ya vamos consumiendo lo que nos queda por la nevera y el congelador a modo de absoluto aprovechamiento. Sin embargo, tenía capricho de hacer un arroz meloso de bogavante para comerlo con mis hermanos, así que compré un par de ellos que, por cierto, estaban a muy buen precio. También compré algo de morralla y unos mejillones para elaborar el fumé, y se me perdió la vista en una sepia descomunal. Descomunal por el tamaño, pero también por la frescura y no pude por menos que llevarla conmigo para enseñarle mi cocina.

Como suele ocurrir en estos casos, cuando tú cuentas con cuatro bocas, siempre se te apunta alguna más y, ayer no fue una excepción. De inmediato se apuntó el director del hotel, eso sí, a cambio de una botella de Möet, y mi sobrino Jorge que andaba por aquí de manera casual y, de manera casual también, decidió posponer su partida a después de comer.

Convertir cuatro raciones en seis no parecía a priori un gran problema, al menos cuando se trata de arroz, porque cuatro puñados más lo arreglan, pero parecía que quedaban tristones los dos bogavantes, así que dediqué las patas, las alas y una parte del cuerpo de mi hermosa sepia a darle un poco más de cuerpo al arroz.

Aun así, sobró una buena cantidad de mi fantástico molusco, que he convertido en unas patatas con sepia y va a dar para un buen atracón que repartiré con mi hermana.

1 sepia terciada
2 patatas
1 cebolla
3 cucharadas de tomate tamizado
3 dientes de ajo
1 vaso de vino (suele ser blanco, pero no tenía, así que, tinto)
5 almendras
1 ramito de perejil
1 guindilla cayena
4 hebras de azafrán
Aceite de oliva virgen extra
Pimentón de La Vera dulce y un poco de picante
Sal

Lo primero que haremos será limpiar bien la sepia y retirarle la piel del interior y del exterior. Luego la cortamos en cuadrados de unos dos o tres cm y la reservamos.

Picamos la cebolla y la ponemos junto con los ajos enteros y la guindilla en una cazuela con un chorro de aceite de oliva virgen y una pizca de sal. Cuando veamos que la cebolla está blandita, añadimos la sepia y dejamos que se sofría a fuego medio.

Bajamos el fuego, añadimos el pimentón y dejamos que se sofría un minuto antes de echar el tomate. Subimos el fuego, removemos bien y esperamos a que el tomate pierda agua. Ponemos el vasito de vino y dejamos que evapore el alcohol.

Pasados unos minutos, añadimos las patatas y cubrimos con agua, bajamos el fuego, tapamos la cazuela y dejamos que hierva despacito durante unos 20 a 25 minutos, hasta que las patatas estén cocidas.

Unos cinco minutos antes de retirar del fuego, ponemos en el mortero las almendras, el perejil y las hebras de azafrán y majamos hasta que quede reducido a polvo, lo añadimos al guiso y removemos bien, con cuidado de no romper las patatas.




viernes, 19 de agosto de 2016

ESPAGUETIS DE SEPIA CON GAMBAS AL CURRY DE QUESO

La pasta puede ser un recurso fácil cuando andamos mal de economía ya que con un paquete de espaguetis y un bote de tomate frito comen unos cuantos. Sin embargo, resulta aburrido hacer siempre lo mismo, y si bien es cierto que hay un buen número de productos hechos con pasta, no es menos cierto que la creatividad del personal se ciñe al tomatito, la carbonara, y si andamos muy creativos ese día, hacemos una salsa boloñesa y a correr.

La receta que presentamos a continuación es algo más divertida porque combina colores, sabores y texturas, y además nos traslada a diversos lugares geográficos como veremos en los ingredientes; viajaremos a Italia, cuna de los espaguetis, al Caribe, con su roncito, al lejano Oriente donde rebuscaremos el curry… ¿quién da más? 

Psicológicamente, se trata de un plato muy completo porque, no conozco a ningún niño que no le gusten los espaguetis, y el hecho de recrearlos de una manera más actualizada, resulta muy grato para los adultos que queramos trasladarnos durante unos minutos a nuestra infancia para disfrutar.

UN PAQUETE DE ESPAGUETIS DE SEPIA (SON NEGROS)
100 GRAMOS DE GAMBAS
UNA NUEZ DE MANTEQUILLA
1 BRICK DE NATA PARA COCINAR.
UN VASITO DE CERVEZA
UN VASITO DE RON AÑEJO
TABASCO
CURRY
SALSA PERRINS (O SALSA DE SOJA)
PIMENTÓN DE LA VERA PICANTE
3 DIENTES DE AJO
ACEITE DE OLIVA VIRGEN EXTRA
RALLADURA DE NUEZ MOSCADA
SAL

Cocemos los espaguetis durante 9 minutos, que es lo que indica el fabricante para que queden al dente, los escurrimos, les añadimos la nuez de mantequilla y los removemos levantándolos bastante, para que queden sueltos.

Ponemos los ajos picados y el curry en frío en una sartén con dos cucharadas de aceite de oliva virgen extra. Cuando empiece a tomar color, le añadimos el brick de nata de cocinar, unas gotas de tabasco, un chorrito de salsa Perrins, una pizca de pimentón de La Vera picante y dejamos que vayan
mezclándose los sabores. A continuación le añadimos un vasito de cerveza y unas gotas de ron añejo y dejamos que reduzca y elimine el alcohol, a fuego muy lento.

Entre tanto, pelamos las gambas, sacamos los sesitos y añadimos a la salsa los cuerpos troceados y el jugo de las cabezas, dejando cocer durante un minuto, añadiendo a continuación medio sobre de queso rallado y la nuez moscada recién rallada.

Servimos los espaguetis con la salsa, y añadimos un poco de perejil picado espolvoreado.

El color negro de los espaguetis va a contrastar con el amarillo de la salsa de curry y queso y el verde del perejil picado. 

Hasta aquí, la receta original que, además, incluía unas rodajas de plátano de Canarias. Sin embargo, me sobró salsa de tinta de unos calamares que hice hace dos días y me ha parecido una excelente idea añadirla. Así el color no queda tan amarillento, pero el gusto que le confiere es sublime.











martes, 16 de agosto de 2016

BUÑUELOS DE CALABAZA

Habrá quien piense que los buñuelos de calabaza no pueden estar ricos… Bien, eso era lo que yo mismo pensaba hasta que los probé. La primera vez que fui a Las Fallas de Valencia era tan solo un niño, y lo de la calabaza en unos buñuelos, me sonó repulsivo. La cosa es que, ya entrado en años, me dediqué a observar en un puesto cómo los elaboraban y me pareció algo mágico el hervor de esa masa. Luego me vino el aroma y era algo celestial, así que probé uno y, casi sin darme cuenta, me comí una docena yo solito, mojados en chocolate.

Como quiera que este tipo de recetas no te las da nadie, tuve que investigar y hacerme pasar por un experimentado cocinero para obtenerla y he aquí el resultado.

Vamos a necesitar:

250 gr. de harina, 
25 gr. de levadura fresca prensada, 
1 sobre de gaseosa sódica, 
1 rodaja de calabaza,
100 gr. de azúcar  
Aceite suave para freírlos.

No sé por qué, pero el paso de la gaseosa sódica se le olvida a todo el mundo, y resulta que es fundamental para conseguir unos buñuelos auténticos, pero en fin, vamos a elaborarlos.

En primer lugar pelamos la calabaza, le quitamos las pipas, si las tuviere, y la ponemos a cocer en agua. Mientras va cociendo y ablandándose, cogemos la levadura y la echamos en un vasito de agua caliente para que se diluya bien. Ponemos la harina en un bol, le añadimos el vaso de agua y levadura, el sobre de gaseosa y amasamos bien hasta conseguir una masa durita.

Volvemos con nuestra calabaza y comprobamos que esté blandita y podamos hacer un puré con ella solamente con la ayuda de un tenedor. Le añadimos el azúcar y amasamos bien hasta que el azúcar se incorpore por completo.

Juntamos esta masa con la de harina, y seguimos amasando con las manos bien limpias para que se compacte todo junto. El resultado debe ser una masa suave, pero manejable.

Ahora viene el momento de la paciencia, porque hemos de tapar el bol, que debe ser grandecito porque la masa va a subir a más del doble, y la dejamos reposar a temperatura ambiente durante dos o tres horas, a sabiendas que cuanto más esperemos, más cantidad de masa haremos, y los buñuelos saldrán más suaves.

Ponemos una buena cantidad de aceite en una sartén y esperamos hasta que se caliente bien. Los buñuelos de verdad se hacen con ambas manos, haciendo un agujerito en el medio con nuestros dedos índice y pulgar y los echamos al aceite hasta que queden doraditos. Esto requiere un buen entrenamiento positivo, así que las primeras veces podemos echarlos directamente cogiendo la masa con una cuchara. También es cierto que de esta manera, además de facilitarse la labor, se pueden recubrir de chocolate más fácilmente. Una vez que estén frititos, los vamos dejando sobre un plato cubierto con papel de cocina y los recubrimos de azúcar. Así están exquisitos, pero mojados en chocolate son algo celestial, y recubiertos de chocolate fondant, un auténtico pasaporte hacia el cielo.

En la elaboración hemos dicho que puede, y de hecho debe participar toda la familia. Los niños disfrutarán de lo lindo amasando las dos masas y compactándolas en una sola, y los adultos haciendo el resto, es decir, cociendo la calabaza, mezclándola con el azúcar cuando aún esté caliente y friendo los buñuelos. 

Al final, todos juntos, nos sentamos a comerlos.